Los coches, más un negocio que la movilidad inteligente.
Los coches no paran de aumentar de precio y de volumen. Un modelo corriente que costaba diez años atrás 18320 euros. Vale hoy 26000 euros con características idénticas. 40% de aumento, 7000 euros más. Muchísimo más que la inflación. No hacen más estos coches que las anteriores generaciones. Pusieron luces, leds, parecen ahora árboles de navidad. Molesta más que ofrecer seguridad en las carreteras. Más electrónica embarcada, más cables y plásticos que tornillos. ¿Dónde va todo este dinero ganado? Que se le ocurren a los fabricantes…estarán solo interesados en la clase media alta. Se quiere eliminar el acceso a toda una parte de la población que lo necesitan para ir al trabajo. Que va a pasar cuando las cosas no irán tan bien …ya los Chinos se encargan de robarles los frutos de la exageración, manifestá. Empezarán ya a llorar para protegerles. Está claro que van a recibir apoyos ya que hay buenos negocios junto con los gobiernos. El planeta y sus problemas no parecen ser un problema para ellos. Todo indica lo contrario. El cuento de las emisiones y la electrificación tiene tela cuando se miran las cosas por el otro lado de la olla.
El martillo de la exageración.
Las regulaciones para andar en las carreteras son cada vez más restrictivas. Provocan efectos desastrosos con costes ocultos. Todo es más lento, más congestionado, más perseguido, más regulado. Más tecnología vial de controles, disuadir la conducción sería una meta probable con un coste astronómico. Detrás tan astronómico están las ganancias de todo un sector que está abusando de la situación. El negocio de la muerte inodora, la culpa los tiene las emisiones. Una buena palanca para aprovechar la situación. No hay ningún apuro para arreglar nada mientras las cajas se llenan. El transporte público no avanza en esa dirección. No interesa, hay que ver las colas del metro, los atrasos de RENFE, los paquetes de vacaciones con el avión.
Sería más astuto decirnos lo que podemos hacer conduciendo. La lista de prohibiciones es escandalosa. Un atraco en toda regla. 500 millones de multas de tráfico. El rango del delito es de 20km/h hasta 120km/h. Con 10 señales de velocidades para enredarte. Los costes de la señalización disparados. Tanto señales que no hay tiempo de mirar la carretera.30% de las multas totales. Luego un rosario de otras posibilidades de pillarte con una interdicción, cualquier motivo es válido, tiene que ir al colegio para aprender el código de colores del estacionamiento, un curso para pagar el parquímetro. Nadie puede preguntar para qué tantas complicaciones. La función es más para recaudar que prevenir. Miles y miles de kilómetros antes de la necesidad. La lista se alarga cada año.
Ya es imposible circular o estacionar en las ciudades sin pagar algo. Los coches son como una vaca lechera. Hay que ordeñar diariamente. Los agentes de la seguridad prefieren cazar las multas con premios de efectividad que, de tirar las orejas a los ladrones, es menos peligroso. El discurso es siempre lo mismo, patético, la lucha contra la mortalidad. El lado emocional en primera línea. Nadie está en contra de bajar la siniestralidad. La perversa solución es apretar más la recaudación, tiene luz verde siempre. Hay muchos más muertos por suicidios, muchos jóvenes por año que no importan a nadie. No se ven campañas para reducir este fenómeno inquietante de nuestra sociedad. Entonces hay algo que no cuadra. El motivo escondido debe ser económico. Son muy cobardes para sincerar el asunto.
Hay que engrasar las maquinarias del estado con sus síntomas de obesidad mórbida. La industria automovilística y sus tentáculos, junto al gobierno, son una asociación muy fructífera. Son una fábrica de producción intensiva de quitar el dinero de las manos de los conductores.
Van hasta límites todavía desconocidos. Todo es legal. Te achican cada centímetro de tu autonomía. Pagar 30000 euros para andar en las grandes avenidas de una ciudad a 30km/h es todo, pero un atropello mortal al sentido común. El radar de cincuenta por hora te espera a dos kilómetros de la entrada del pueblo para quitarte el regalo que quería ofrecer a tu mujer. Andar a 120km/h en las autopistas con estos coches, nos cuentan que con todos estos caballos pueden andar el doble de velocidad con plena seguridad. Quién entonces necesita toda esta potencia. Quién necesita estos SUV en las ciudades. Entre medio del desmadre, miles de radares para pillarte si te pasas de unos kilómetros por hora de más en la autopista, en el centro de tu ciudad o yendo al trabajo. El grueso de las multas. Los extremistas siempre los hay, no les pillen porque son más vivos o menos estúpidos.
Las cámaras y los helicópteros capturan algunos para la foto, el vídeo para los telediarios. Demuestra el buen hacer de la Policía nacional. La necesidad de cazar todos los infractores. La persecución del mal. Todos en el mismo saco. 539 vehículos por 1000 habitantes en España. 33 millones de vehículos. Un verdadero paraíso para hacer el dinero fácil. En este caso el gobierno se alimenta con profusión de semejante oportunidad. No quieren que se seque el rio de billetes. Los fabricantes, los seguros, los servicios, todos ponen las manos en la fuente como si fuera oro o diamantes. La contaminación es una consecuencia de esta fuente de dinero fácil.
El tu más y las políticas expansionistas en materias de potencias, precios de los consumos, aumentos irracionales y restricciones infinitas en paralelo con fines de recaudación. Una contradicción que disturba cualquier persona con las cuerdas bien puestas. Todos están ganando, salvo el planeta y el cliente que es tratado de imbécil con sus billetes en el bolsillo. Parece un crimen tenerlos. Hay más, los coches son cada vez más frágiles. Un choque menor con velocidades de caracoles y su estructura puede dañarse fácilmente. Los costes de reparación son exorbitantes. Te dicen que no vale la pena repararlo. Una explosión de las primas de seguros es la consecuencia.
Sigue el baile hasta altas horas de la noche. Repuestos y reparaciones. Una intencionalidad muy culpable. Sin hablar de la obsolescencia programada. Debajo de las piedras hay toda una trama para acelerar el consumo de repuestos. No hay encarcelamiento ni de broma. ¿Si vamos tan lentos porque de repente todo explota?
¿Quién va a parar esto? ya basta de tonterías. Falta cada vez menos el tiempo de la rebeldía.
Volvemos a las regulaciones.
Las interdicciones, unas listas infinitamente largas. Mucho más que el espacio libre de ataduras. Leyes y reglas. La democracia queda ahora como una poesía de los tiempos pasados. Hoy se parece más a una casa gigantesca con barrotes. Una frontera con alambre de pua. Las personas explotadas como en una granja intensiva. El sol, le ves cuando te vas de ella. Quién no aprecia el caos de las vacaciones tropicales. Esta sensación de libertad que ya no existe en nuestras tierras democráticas. Mucha orden termina por asfixiar el emprendimiento, la imaginación, la diferencia, la energía se apaga. El conformismo aburre. La competitividad se esfuma.
Finalmente se acerca mucho del comunismo. No debería ser una meta. Los opuestos en la misma canasta. La izquierda o la derecha tienen los mismos objetivos de supervivencia. No les interesan los ciudadanos. El caso de la persecución vial es característica de la voluntad de transformar la movilidad en un arma más del poder. Obligar, por la fuerza, el seguimiento de unas normas por estúpidas que sean. Una forma de apagar la rebeldía, la no conformidad, la sumisión al más fuerte.
Una democracia exagerada, desde un ángulo diferente, se puede interpretar como una dictadura encubierta. Hacer parecer una cosa que ya no es. Esta superioridad salpicada en todo el mundo es cada vez menos escuchada. Las grietas son muy grandes, cualquiera puede verlas. La comparación con otros modelos se hace con menos vergüenzas. Otras formas no son necesariamente a rechazar en todas sus facetas. Una nueva fórmula más compatible con las aspiraciones de la mayoría sería un buen proyecto. La actualidad nos enseña los límites de la democracia y su regulación exagerada.
El liberalismo puede volver con fuerza.
Sus exageraciones son conocidas, pero estamos en este momento al extremo opuesto. Un paseo hacia menos regulaciones y obligaciones sería un buen comienzo. La frustración es palpable, el cansancio, el estrés, los indicadores de la felicidad. Es la acumulación de muchas angustias sin resolver. Una democracia con su pueblo anémico no va a buen puerto. Bien deberíamos despertarnos y barrer el piso de tantas cosas inútiles que nos frenan y entorpecen este deseo de desarrollar la vida, la única interesante cosa que tenemos todos por igual.
