Una vez más los medios de comunicación, los Estados, los organismos internacionales y los políticos del sistema, hacen gala de su habitual hipocresía y su cinismo cerrando filas en torno a la defensa a ultranza del Estado terrorista de Israel y desatando una campaña propagandística que tiene por objetivo la criminalización de la resistencia palestina y la legitimación de la maquinaria sanguinaria que defiende sus intereses (en concreto los de EEUU y Reino Unido) en la región del Próximo Oriente.
Si existe un culpable de lo que está sucediendo en estos momentos (que sucede desde hace décadas) en Palestina, es el Estado sionista de Israel. Un Estado colonialista, racista, ultranacionalista, militarista y autoritario, que somete a millones de palestinos en un régimen brutal de apartheid. Un Estado terrorista que cuenta con total impunidad para cometer todo tipo de atrocidades y desobedecer todos los acuerdos y mandatos internacionales porque cuenta con el beneplácito y colaboración de los Estados capitalistas occidentales, que ahora se muestra de forma descarada.
El sionismo no ha dejado de aumentar la presión sobre las comunidades palestinas durante los últimos años con operaciones represivas constantes, encerrando a miles de palestinos (incluidos cientos de menores) en sus cárceles sin juicio previo o sometiéndolos tribunales militares y asesinando a tiros o en bombardeos constantes a la población civil (de enero de 2023 hasta el sábado pasado la media era de un menor asesinado a la semana, en estos últimos tres días ya han asesinado casi a 200 más). También se incrementa la presión estableciendo colonias ilegales, robando casas, tierras, quemando cultivos e impidiendo el acceso al agua a los palestinos. Para ello utiliza a los llamados “colonos”, esos sionistas civiles, normalmente armados, protegidos por el ejército y que reciben financiación del Estado, que se ofrecen voluntarios para ocupar las tierras y los hogares robados que someten a la población palestina a constantes humillaciones. Esos “pobres civiles” que se divierten organizando progromos regularmente en los que queman casas, atacan comercios y apalean o matan a cualquier palestino que encuentren a su paso, sin que esto tenga la más mínima consecuencia legal para ellos.
Los medios empleados por los grupos de la resistencia palestina no solo son legítimos, por desgracia son necesarios. En semejante contexto la lucha armada además de un derecho es la única forma que puede adoptar la legítima autodefensa.
Hamás es un partido político, no un grupo armado. Su brazo armado es una de las muchas organizaciones de la resistencia que han participado y que están llevando a cabo las acciones desde el sábado 7 de octubre. Estos grupos son diversos, existen tensiones entre ellos y políticamente van desde el islamismo radical al marxismo-leninismo, los relatos de la “guerra Israel-Hamás” tienen el objetivo de criminalizar a la resistencia palestina en conjunto y ocultar la realidad: que el Estado de Israel es, en sí mismo, la guerra contra todo el pueblo palestino y que su objetivo final es la total desaparición de este.
Las atrocidades cometidas por algunos de los grupos de la resistencia palestina son injustificables, pero no representan ni una milésima parte de las que el Estado de Israel lleva cometiendo desde el mismo día de su nacimiento hasta hoy. Tampoco restan ni un ápice de legitimidad ni a la causa Palestina ni a la lucha armada en la que miles de jovenes se están batiendo el cobre frente a uno de los ejércitos más poderosos del mundo.
Es necesario que el pueblo palestino sienta la solidaridad de todos los trabajadores y trabajadoras del mundo, y que nuestros gobernantes y nuestros Estados entiendan que su miserable colaboracionismo no va a quedar sin respuesta.
¡VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO PALESTINO!
SINERGIA – Movimiento de Clase Unificado.
