Hay una pandemia soterrada e invisible que entró sibilinamente en nuestras vidas el día que comenzaron a venderse de manera masiva los teléfonos móviles.
Es tal el grado de adicción que genera la pantalla del celular que nos ha pillado desprevenidos, no sabemos a día de hoy como afrontar la enorme dependencia y los efectos colaterales a nivel psicológico que producenen nuestros hábitos cotidianos estos aparatos que han secuestrado nuestro tiempo de ocio y han condicionado en gran medida nuestra manera de comunicarnos, al tiempo que se nos crea necesidades de consumo que antes no teníamos.
Estamos perdiendo de manera alarmante la capacidad de concentrarnos en algo, el hábito lector ha caído en picado porque sentarse a leer no produce tanta dopamina como sumergirse en el océano de las redes sociales. Según los expertos en este momento si a los tres segundos un video no te ha interesado el 97 % de los usuarios menores de 18 años cambia a otro.
¿Cómo revertir esta tendencia dominadora que ejercen las pantallas en nuestra atención?
¿Cómo pueden los nativos digitales pasar a realizar un tipo de ocio más creativo en el que el teléfono móvil no tenga la presencia total o al menos se utilice con un fin más creativo y útil?
¿Cómo parar este consumo atroz, desaforado frente a las pantallas?
¿Cómo conseguir que los jóvenes aumenten la capacidad de discernimiento y no se sometan al bombardeo de “tendencias”, “influencers” y “modas repentinas” que anulan la personalidad propia y te convierten en parte del ganado que obedece y consume sin cuestionamiento de porque lo hace?.
Ante este panorama se me ocurre que podemos utilizar el arma del móvil a favor de la creatividad, puesto que hacer apología de su “no uso” sería sembrar en un desierto sin aguas posibles.
Mira Tambien: Estos Temas RelacionadosCAMBALACHETodos los móviles tienen cámaras de video y descargarse una aplicación con un programa de edición es bastante fácil. Mi propuesta entonces es seducir a los jóvenes para que con sus propios celulares realicen pequeñas películas en las que nos cuenten que acciones son más estimulantes que estar frente a una pantalla.
De esta manera conseguimos, trabajar en equipo, desarrollar la creatividad a través de un guion, reflexionar sobre hábitos tecnológicos saludables y alentar la imaginación. Estoy convencido que si en los centros educativos se estimulara la “capacidad de crear” gran parte de los problemas que asolan la tierra tendrían sobre la mesa “soluciones imaginativas” para solucionarlos.
Un móvil bien utilizado es un arma de creación, un móvil mal utilizado es un arma de destrucción de la conciencia que provoca desequilibrio mental.
Apostemos por meter balas en esa arma-teléfono que sean útiles para el conocimiento y la mejora continua.
Quiero creer que los hijos de los hijos de nuestros hijos hablaran de nosotros como aquellos que supieron utilizar la tecnología a favor de la vida y no tanto hacia la autodestrucción.
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