Un año después del desastre con sus veinte mil muertos, aterrizar en San Pedro Sula, la principal ciudad económica de Honduras, fue un gran shock para mí. Una gran planicie a sesenta kilómetros del mar, mientras esperaba mi maleta, observé el lugar, un rústico aeropuerto típico centroamericano. Cuando vi una línea con un cambio de color en las paredes a más de dos metros de altura, pensé a la falta de mantenimiento. Me tomó un momento para darme cuenta de que ese era el nivel del agua durante el famoso huracán Mitch. Empieza una rara impresión de que debe ser horrible estar atrapado en esta pesadilla. Pero eso no fue todo. Saliendo del aeropuerto imaginé toda esta agua cubriendo este inmenso valle con más de dos metros de altura.
¿Todos estos habitantes? ¿Es posible? ¿Puede la naturaleza ser tan feroz? El viaje en bus a Tegucigalpa, la capital, a ciento cincuenta kilómetros de distancia, me iba a sorprender nuevamente con encuentros inverosímiles. La ciudad entre dos montañas y un río que cruza en su fondo ahora está en calma y no ha dejado rastro del desastre a primera vista. El verde tropical había recuperado el poder. Pero mirando con atención, algunos edificios nuevos con al menos unos ocho pisos al lado del río se destacaron como sin vida. No tenían ropa colgando de los balcones. Parecían fantasmas inmóviles. Abandonados. A su alrededor, la vida se había reanudado. Estos edificios se rellenaron con tierra, lodo y piedras hasta los pisos superiores. Es tan increíble que lleva un tiempo superarlo. Una extraña sensación de impotencia e incredulidad ante una realidad improbable.
No podemos imaginarnos atrapados en este infierno. Es insoportable. La naturaleza es mucho más poderosa que toda nuestra imaginación. Luego miras por abajo, las casas, las calles, los detalles. Todo es una obra en reconstrucción. Desde lejos, el verde exuberante de los trópicos lo tapa para no pensar demasiado. La gente humilde siempre vuelve a empezar. Qué lección. Mitch tendrá un nombre que seguramente quedará grabado en la memoria de los habitantes de este país para siempre. Casi había olvidado por qué había venido aquí. Tuvo un impacto real en mí durante mucho tiempo.
Ahora, cuando nos cuentan las catástrofes de huracanes, terremotos, tsunamis, fuegos, inundaciones, guerras, yo tengo un momento analítico. Reflexionando sobre esta naturaleza tan poderosa. La inocencia de estar con la cita de la desgracia. La naturaleza humana siempre vuelve luego a intentarlo. Levantarse, seguir la vida. Las ayudas solo aceleran el retorno a la normalidad. El primer impulso lo hacen las víctimas, este coraje de las primeras horas. La sobrevivencia de la especie. Qué grande. Familias enteras desaparecen. Sobrevivientes sin nada puesto, abandonando todo en la huida.
Yo, solo he visto índices de un gran desastre. Vengo tarde, después del postre, para entender todas las secuencias del menú. No he visto la sorpresa, el susto, la impotencia, la desesperación, las lágrimas. Tengo un inmenso respeto hacia estas personas reconstruyendo ahora sus nuevos hogares. Hace no mucho tiempo el volcán de la isla La Palma hizo sus destrozos, dejando muchas familias sin sus casas, sus tierras. Evacuados con lo puesto.
Incendios, inundaciones, huracanes, terremotos alterando el curso de la vida placentera de regiones enteras. Siempre tuvimos alertas de este tipo en la historia.
Mira Tambien: Estos Temas RelacionadosAneto, una meta resistenteÚltimamente, se aceleran estos fenómenos naturales muy cerca de nuestras tierras. El cambio climático es una realidad comprobada ahora. Cada uno como persona podemos contribuir a cambiar nuestros hábitos.
Los gobiernos tienen la responsabilidad de poner en marcha las leyes resolutivas para alcanzar los compromisos pactados internacionalmente. Ya basta estar al servicio de la economía.. Estamos con atrasos con la resistencia de las industrias que miran de otro lado. Estas agendas a treinta años que además no tienen pinta de éxito.
Nuestro planeta necesita ayuda.
Nuestra naturaleza está sufriendo.
Lo hace visible con sus reacciones. No dejemos que se enfada de verdad. Tenemos más que perder que de ganar algo.
Un deseo humanista, ilusionante para el año que viene sería ponernos todos seriamente a la obra para drásticas decisiones en el hogar. Reciclar la ropa, los juguetes de los niños, separar los desechos con seriedad. No esperar las órdenes del estado. Presionar los súper mercados con sus excesos de embalaje de plásticos. Comida más saludable, la que te evitará tomar pastillas veinte años más tarde. Engordando los gastos sanitarios y jodiendo tu bienestar. El único ganador es la industria. A ti te quedarán las lágrimas para llorar.
Mira Tambien: Estos Temas RelacionadosBitácora de futuro: Relato. Y así acab...Dar el ejemplo a nuestros pequeños, explicarles y enseñarles las nuevas reglas ecológicas de la casa.
Deseo una feliz noche vieja para todos los lectores, un año nuevo 2024 con ganas, salud, felicidad y el éxito como postre.
Descubre más desde
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
Descubre otras Noticias relacionadas a Huracán Mitch, Honduras 1998. Cuidar el planeta puedes visitar la categoría Opinión.
Deja una respuesta
Más información