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Más allá de la ilusión

No dejen el televisor, la Tablet, el móvil y el sofá invadir su mente.

Esta historia puede ser vuestra.

Nuestra sociedad está muy regulada, también demasiada rutinaria para muchos. Se vive la excepción a través de otros, sentados en el sofá mirando el televisor, el móvil o leyendo un libro. Pero cada uno tiene sus propios sueños, sus aspiraciones. Muchos de nosotros acumulamos frustraciones por no poder realizar nuestras metas existenciales. Todos tenemos talentos, singularidades, somos seres únicos. Pero nos venden la uniformidad, el prototipo estándar, todos vestidos con el mismo patrón, nos obligan a seguir muchas reglas que superan nuestras vistas. Invito a cada uno a hacer caso de sus sueños, sus ilusiones, sobre todo intentar realizarlos.Adelante con su vida. No dejes que la vida se encargue de vosotros. Como dice un famoso alpinista español Alex Txikon, si voy a morir, quiero morir feliz.Voy a contarles uno de mis sueños realizados. No se trata de libertad, pero de determinismo. Tampoco es pulsar un botón, subir al ascensor. Llegar a las metas sin esfuerzos. Las cosas no llegan así no más. Cada uno puede dar vida a sus sueños.

El Aconcagua 6962m. Argentina

Los días de mucho frío, dormía en el balcón. Los Alpes nos prestaron una veintena de cumbres desde 2500 hasta más de 4000 m para la preparación de nuestro proyecto. Más de un año con tres agendas, la familia, el trabajo y el entrenamiento con la próxima cumbre. Éramos dos, nos conocíamos como colegas de trabajo. Yo tenía treinta y cuatro años, casado y Alain, un año más soltero. Algo sabíamos de las montañas. El con su parapente y yo con las curvas de los puertos con mi moto. Cada uno con sus cosas, dos mundos diferentes.  Practicamos también el esquí fuera de pistas en el invierno. Una disciplina euforizante, maravillosa pero no exenta de riesgos con las avalanchas. Mi instinto de conservación dijo basta, unos años más tarde. El frio y la nieve eran terrenos conocidos para nosotros. Escalamos montañas con todo tipo de condiciones. Éramos bien entrenados, en muy buenas condiciones físicas y morales. Listos para un reto mayor, las grandes montañas. Un proyecto así merece una buena preparación. No debería ser diferente para cualquier otra actividad. Creemos que esta primera fase es una parte integral de la expedición.

El coloso, un macizo gigantesco.

El Aconcagua, como en el currículum laboral, es un paso necesario para tener credibilidad si quieres ir luego al Himalaya. El K2 puede esperar.

Todo o nada no vale en las montañas como en la vida. Llegamos a Buenos Aires, luego con un vuelo interior, hasta Mendoza ciudad al pie de los Andes. Una tierra rica de vinos, frutas, tomates y buena vida. Su gente es muy acogedora. También es un lugar de intenso tránsito de mercancías hacia Chile cruzando los Andes. Unos trescientos kilómetros de respeto. Impacta siempre pasar por esta carretera. La Ruta 7. Llegamos la última semana de diciembre del año 1987. El verano austral. Hacia calor. El papeleo, permiso de ascensión. Unos quinientos dólares me recuerdan. Un hachazo más en el presupuesto. Primero, ciento ochenta kilómetros con una camioneta Toyota “pick up” hasta un lugar llamado Puente del Inca, 2800 m de altura. Mi mujer y su hermano de Mendoza nos acompañan hasta el punto de partida. Nosotros dos en la cajonera atrás con nuestras bolsas y mochilas. Un aperitivo rústico antes de la gran batalla. Fueron doce días en la montaña. Nos encontramos con fuertes vientos con rachas, sol persistente, el frío era el menú del día. También cocinar, hacer agua con la nieve, mover todos estos kilos sin parar.

Desde la carretera Panamericana hasta el campo base llamado Plaza de Mulas y sus 4300m de altura, son dos días de caminata de aproximación. La subida del largo valle de los Horcones, unos treinta y cinco kilómetros de largo. Hay que cruzar el rio varias veces con sus aguas frías, turbulentes con el deshielo. Tiene sus dificultades. El viento, el sol, la arena golpeando las caras. Hay que protegerse muy bien, crema solar, lentes, gorra. Enseguida hay quemaduras en las partes no bien protegidas como los puños de las manos, cuello, cualquier descuido. El frio se nota mucho en las noches. Los menos de diez, veinte grados son una constante.La soledad empieza a notarse, el alejamiento de toda civilización. Un terreno desolado sin vegetación, hasta los pájaros desaparecen, es como ir a un lugar muy puro donde solo queda el sol, el viento, el frío, la estrellas, la tierra y tú. Lleno de ruidos naturales en un profundo silencio humano.Acojona esta sensación de aislamiento total. No había experimentado esto antes. Auto suficiente, sin enchufes disponibles lejos de todo.

El campo base.

Llegaban las dos mulas cargadas con nuestro material el mismo día de nuestra llegada al campo base. Una buena coordinación con los portadores locales contratados por correo electrónico. Una gran novedad en aquel tiempo para este tipo de servicios. Cien dólares por cada mula. Ahora son 300 dólares.

El campo base ya no era un lugar tan solitario en la temporada de ascensiones, situado a los 4300m de altura. Ofrecía una oportunidad de hablar con gente de todo el mundo. Una meta en común. Un espacio de unión y respeto. Una especie de microclima artificial perdido en la nada. Todo era más rústico, precario en estos tiempos ya lejanos.  Montamos la tienda más grande de las tres que llevamos. Es importante establecer un cómodo campamento. Bien protegido con muros de piedras. Los vientos son fuertes con rachas. Permanecerán durante toda la expedición.

Almacenamos víveres y material. Las pesadas bombonas de gas locales de acero, las livianas en aluminio no estaban disponibles localmente. Apostamos por la vía normal. Cualquier otra ruta era toda una odisea solitaria. No teníamos una ventana de días suficientes para más. Hoy se masificó el lugar con mucha gente con muy buenos servicios, doctores, guías, infraestructura para grupos comerciales. Puedes comprar servicios al infinito. Se puede comer como en un restaurante. Aliviando las cargas de comestibles, tiendas, etc.…te llevan tu mochila si quieres.  Nosotros éramos totalmente autónomos. No existían todos estos servicios, todo era muy rudimentario. Los helicópteros pueden rescatar hasta la cima desde 2019. Ahora ofreciendo mayor seguridad. Era toda una odisea para un helicóptero del ejército llegar al campo base. El que estaba mal, debía bajar al lomo de una mula. Yo lo he visto desde mis propios ojos. Me impresionó bastante ver a un compañero alpinista japonés en peligro de muerte. La montaña era todavía un tema de alpinistas. Algunos muy experimentados entrenando para el Himalaya.

Las expediciones comerciales apenas empezaron a existir. Ahora le interesa menos al aficionado puro subir por la vía normal. Cinco mil subieron en 2022. Sin embargo, el peligro no desaparece. Cada año fallecen varios alpinistas. Unos tres como mínimo. Edemas cerebrales y pulmonares, fracturas, caídas, agotamiento, frío. Hay que estar atento siempre. No es una cosa menor aventurarse en estas latitudes y alturas. Las reglas estrictas medio ambientales ahora son controladas por los guardianes del parque natural de la zona. En nuestros tiempos todo era un desastre ecológico. Tampoco teníamos cobertura de radio o teléfono. Solo en el campo base, con el puesto de auxilio básico instalado. Doce días sin noticias. Un agujero negro y angustias para las familias. El contacto con las expediciones es amistoso. Pero cada uno está muy concentrado en lo suyo. Tampoco éramos muchos, unos cuarenta para todo el campamento base. Venían de todo el mundo. Argentinos, americanos, polacos, alemanes, canadienses, chilenos, italianos, japoneses y nosotros los dos suizos.

Los campos de altura.

El campo 1 es llamado Plaza Canadá, pero nosotros lo saltamos directamente por el campo 2, Nido de Cóndores que está situado a los 5550 m de altura. Miedo no teníamos. La trazada era nítida, testimonio de la actividad con las subidas y descenso de los campos superiores. Seguirla ya era un alivio en estos grandes escenarios. Algunos días, tuvimos neblina por las mañanas, bendita trazada evitando perderse. Es agotador la puesta de los campos superiores. Llevar peso en las mochilas. Comida, bombona de gas, tiendas. Empiezan los signos de mal de altura, mal de cabeza, tos leve. Cansancio agudo. Luego bajar esperar un día o dos de aclimatación, volver a subir. Una logística constante. He de asegurar que el compañero está igual de bien que tú. En el permiso de ascensión era el líder de la expedición, esa responsabilidad te obliga a evaluar más los detalles.

Campo 3.

Luego la noche anterior a la cumbre, nos inventamos un campo 3, 6400m, algo más alto de lo normal. Tuvimos esa noche un fuerte viento para asustarnos. Poco dormimos. Hacer agua para la hidratación es vital. Cuesta mucho derretir la nieve, guardar el termo en la bolsa de dormir para que no se congele. Levantarse a las cuatro de la mañana, forzarse a comer algo, no hay hambre. Frutos secos, una barra energética. Un té caliente. Iniciar la subida con la lámpara frontal. Las cosas no son tan fáciles, la dificultad técnica no está en primera línea. Lo que sorprende es la falta de rendimiento del cuerpo. Todo es más lento, más penoso, un paso y otro con más dificultad. La altura está aquí, empezando su trabajo de ralentización general. Aquí no estamos en la zona de la muerte todavía. Sólo llegamos a conocer sus preámbulos. Es bastante para hoy.

La cumbre.

La cima, un momento especial. Un abrazo espontáneo con Alain mi compañero de expedición. La concentración sigue allí, una mirada de triunfo, gracias al privilegio. Una vista magnífica. Un cielo azul perfecto. Se puede adivinar el Pacífico en el lejano horizonte. No se puede olvidar jamás la emoción que genera. Nos quedamos poco tiempo en la gloria. Ya tocaba bajar. Son casi las diez de la mañana. Recoger las tiendas y el material de los campos superiores que hemos conservado para seguridad en caso de problemas. Volver al campo base. Descansar, el cansancio es visible. Más de quince horas en actividad continua y una mala noche.

La vuelta es parte del esfuerzo, no está terminado, la cima es solamente el 50% del camino. La concentración total es todavía imprescindible. La gestión del esfuerzo vital. La bajada de la montaña es muy dura. Larga, infinita. Los músculos de las piernas con el peso de la mochila son muy solicitados. Hay que luchar por no perder la concentración.

La vuelta a casa.

Antes de salir del campo base, la cita con las mulas para bajar todo hasta la carretera Pan Americana. Nosotros también bajamos con una mochila pesada. Se hace en un muy largo día. Todo el éxito solo puede medirse cuando todo está terminado. El tema logístico es importante, coordinar un plan de expedición. Llegamos a la Panamericana sin piernas, titubeando. Nos quedamos una buena hora sin movernos, tirados al lado de la carretera. Calentito con el sol. Queríamos llegar nada más. Disfrutando con melancolía el final de nuestra aventura. Ahora una ducha bien merecida en el hostal de la carretera, un buen almuerzo por fin sentado en una mesa. Una buena cerveza para celebrar. Llamar a las familias. Luego, esperando el bus para Mendoza, sabíamos que era un gran momento de nostalgia. Volver a la civilización. Habíamos vivido días intensos, experimentado un nuevo nivel de aprender sobre uno mismo.

Me recuerdo mucho las distancias, el alejamiento de la civilización, el silencio, el frío, el viento. La soledad inmensa. Lo pequeño que somos con estas gigantescas montañas. Las noches estrelladas, brillantes y transparentes, un espectáculo grandioso. Una experiencia de respeto, de autonomía, la necesidad de proteger cada pasó, movimientos. No hay opciones en realidad, si fallas puedes meter en peligro tu propia vida.

Aprendizaje.

No conozco muchas sensaciones tan parecidas como hacer parte integral de la naturaleza. La necesidad de protegerse uno mismo sin asistencia, sabiendo que un rescate es ninguna garantía de éxito. Cada ruido, cada cambio de luz, cualquier detalle tiene su importancia. Uno cambia completamente en estos entornos tan bellos pero muy hostiles finalmente. Una constante alerta con la soledad absoluta. Por un detalle, las cosas pueden torcerse muy seriamente. Aprendí mucho de esta experiencia.

Esto no es un relato extraordinario.

Pasar de un sueño a la acción es un paso al alcance de todos. Cada uno con sus aficiones, sus habilidades, su talento artístico, creativo, cualquier actividad puede llenarle de mucha felicidad. Agradezco a mi mujer por dejar suelto mis sueños, pero aún más dejarme en la ocasión experimentar una realidad. Somos seres muy frágiles en estos escenarios. El desarrollo y nuestro nivel de vida principalmente en medios urbanos es muy tramposo.

La madre naturaleza puede cambiar las reglas en cualquier momento.

Nace de un sueño que nutrimos hasta una obsesiva necesidad de cumplirse. Llega la decisión de ir por delante. Etapas voluntarias llenas de nuevas cosas por aprender. La libertad de emprender, de auto gestionarse. La salud mental está garantizada. Adelante con sus sueños. No lo piensan dos veces, es una fuente de felicidad muy duradera. Intentar transformar uno en realidad dejará una sonrisa eterna en vuestro rostro.

Viva la vida.

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Jean Pierre
Jean Pierre
A Jean Pierre Maire siempre le persiguió la curiosidad. El deseo de conocer el mundo desde la temprana edad. Le apasionaban los mapas, se forjó entonces un verdadero camino hacia la singularidad, la independencia y la libertad. Tratando de influenciar sus decisiones para satisfacer sus necesidades. Es de esos que creen que el destino se puede forjar. Seguir la mayoría nunca fue su objetivo.Tuvo que surfear sobre la ola, caerse en el agua de vez en cuando. Aceptar los modales de la sociedad done vivia cada vez más decadente moralmente y tambien corrompida. Meter sus manos profesionales en el sistema con una doble agenda. He sido un cobarde egoísta de no levantarme contra tantas injusticias. Astuto en aprovechar las oportunidades, creciendo en las heraquias, buscando el mejor rendimiento económico con mi trabajo. Pudimos en familia vivir experiencias extraordinarias con condiciones privilegiadas. Quedan ahora estas vibraciones, estas maravillosas sensaciones de que queda más por ver, entender, que nada está terminado. Ahora jubilado, primero no deja entrar a este viejo en su casa como justamente lo dice el actor Clint Eastwood. La experiencia es un grado. La andadura es un regalo. Tuvo suerte, trabajando en varios continentes con puestos de  gerencia general en el sector industrial. Multinacionales suizas, suecas, canadiense. Autónomo unos años en Madrid. Un amante de la vida, de la familia, los deportes, la naturaleza.Subiendo montes y altas montañas, andar en la bici de carretera, maratónes. Motociclista apasionado desde siempre. El "yo" egoísta es visible en el camino. No es una forma extravertida como aparentar con aires superiores. Son estas cosas que me llenan, me divierten, me emocionan. Cosas solitarias. Me gusta aprender siempre cosas nuevas. Jean Pierre Maire, nació en Suiza el 18/12/1954. Vivo en Torrente desde 2017.

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