El Guglielmo Marconi. Italia.
Éramos siete muchachos en un camarote, los más económicos de uno de estos elegantes grandes barcos de líneas regulares que nos llevaba hasta Buenos Aires. Los últimos viajes transatlánticos, cerrando definitivamente toda una época, ya que los aviones ganaban la partida del transporte de pasajeros transcontinental. No quiso perder esta oportunidad. Tenía el tiempo y toda la vida por delante. Salimos desde Génova/ Italia un 15 de noviembre de 1976. No nos conocíamos, tres estudiantes argentinos regresaban a su país. Los otros tres eran colegas técnicos de un programa internacional de asistencia de las Naciones Unidas. Un belga, un alemán, un suizo alemán. Ellos con destino Sao Paolo.
Yo también suizo, pero hablando el francés, hacia Buenos Aires. Nos comunicamos en inglés. Las grandes empresas latinoamericanas buscando profesionales europeos para su desarrollo. El progreso técnico era fulgurante en estos años, faltaban competencias técnicas locales. La mayoría de los ocho cientos de pasajeros con destino Brasil. Cien terminarán su odisea hasta Buenos Aires, Argentina. Con el régimen militar no era popular hacer turismo en este lugar. El general Videla no estaba de bromas. Doce días para disfrutar de la buena comida italiana, de las escalas de Barcelona, Lisboa, Río, Santos, Montevideo. Un ojo a la primera clase con su magnífica piscina. Nosotros como en el Titanic teníamos el mismo capitán y una pared para distinguir el rango social. Fue un extraordinario viaje. Las noches con el bar abierto, nos juntamos para contar nuestras singulares andaduras. No teníamos que esconder nada, se escuchaban con atención los sueños y aventuras de personas muy variadas. Tertulias de estos felices tiempos. Eran buenos momentos. Cada uno era el psicólogo del otro. No mentía a nadie.
El pianista.
Uno de los muchachos de nuestra habitación tocaba el piano de manera virtuosa. Del clásico casi nada, su vibra era el jazz, el soul, el rock. Un tío alto, flaco, una facha de noctámbulo crónico con el cigarrillo en la boca. Tocaba las noches en el gran salon con el piano de cola negro. El grupo de músicos lo dejaba tocar, un testimonio de respeto. Luego, ensayaron juntos. Para ellos, entre ellos, disfrutaban olvidando sus admiradores. Había calidad.
Ya teníamos en su forma primitiva el nacimiento de una burbuja, un ecosistema de apasionados en lenguajes musicales. Los blogueros de hoy no son otra cosa, pero sí con la comunicación virtual global y con anonimato de sus seguidores. La IA y los hologramas como desafíos y alejamiento definitivo al contacto humano.
Cada día, estamos abriendo los ojos para iniciar cosas nuevas sin marcas previas.
Mira Tambien: Estos Temas RelacionadosClaves de comunicación y expresión del...Las escalas para descubrir las ciudades unas horas. El mundo en un pañuelo. Diversidad, ilusión, muchos recuerdos. Exploramos las entrañas del barco, los lugares ocultos y soñábamos en las cubiertas. Vidas aleatorias en un ámbito de novedades. No encontramos tiempo para el ocio. Pero si para ligar con las atrevidas aventureras mochileras de un viaje de seis meses en América del Sur. Cada uno abrazando su destino. No hemos visto ningún barco en la travesía, pero si delfines acompañándonos. Las emociones a flor de piel. Amanecer, atardecer en cualquier orden eran magníficos. Una comunión placentera con la inmensidad. Las noches estrelladas a veinte nudos. Un viaje, del frío al calor tropical. Era todo muy emocionante y porque no decirlo, era romántico. Un estado de paz, relax. Casi olvidando el motivo del viaje. Fue muy bello. La llegada en la bahía de Río, la primera tierra Sud Americana después de cinco días de navegación sin escalas, fue impactante. Sólo alterado con una ceremonia para los primerizos al cruzar la línea imaginaria de los trópicos.
El Atlántico, del norte al sur es inmenso, eterno, inolvidable. No es tan chiquito como parece en el mapa. Viajar en América del Sur en aquellos tiempos era todavía un privilegio de unos pocos. Aventuras aseguradas. Con el barco se ampliaban las distancias. Con los 850 km por hora de un avión, la perspectiva cambia mucho. Ahora nos venden el planeta como si fuera una canica.
Seis años más tarde....
En mi oficina de la fábrica, en la isla caribeña de Trinidad y Tobago, llegó un ingeniero para asesorarnos sobre la ampliación de una nave de producción de leche y jugos de frutas. Durante varios días los recuerdos no se habían despertado. Una mañana, siguiendo las cenizas de un sueño, le pregunté si tocaba el piano. Al mismo tiempo me respondió si había estado en un barco. Nos abrazamos riéndonos. El destino no es puerco. Trabajamos en la misma empresa ahora. Grandes momentos. Estas cosas pasan, en las vacaciones, en un lugar insólito, de repente aparece un conocido sin absoluta conexión lógica. Buscar explicaciones es un trabajo a tiempo completo, seguramente entrar en los mundos místicos o esotéricos. Cosas que dejó de lado porque demasiado tengo que ocuparme de la vida presente y disfrutarla.
Ecosistema.
Tengo un buen amigo que un día de estos, unos veinte años atrás, desde los tiempos de ahora quiso observar la luna. Entender algo del cielo estrellado. Se estrelló contra el vacío infinito. Sigue cayendo en su mundo con experiencias cósmicas, libros, chamanes, fumatas, hierbas y piedras. Que los Celtas, los indios, las cartas, péndulos, los de todos, también están abrazando los árboles. Cursos y conferencias. Entender el origen de uno, la exploración interior y estás cosas de la reencarnación, es todo un negocio, una industria. Genera mucho dinero. Un mundillo de gente absorbida de manera intensa con el misterio. Terminan estando más adentro que en la vida real. Una burbuja, un ecosistema global. Se entretienen con mucho humo sin tocar nada en concreto. Olviden en sus búsquedas infinitas cómo vivir el presente y disfrutarlo con los otros, los "normales". Apasionante la diversidad humana. Cada uno con sus rollitos. Tampoco supo decirme nada nuevo sobre estas casualidades. Me ahorré los caminos que van a ningunas partes.
Afortunadamente, mi amigo sigue aquí para siempre. Un rescate no sería de más. Parece mucho a la pertenencia a una secta, el aislamiento progresivo del conjunto social, la gente, el pueblo, sus costumbres. Otra burbuja flotando en el aire sin un destino concreto. Así andando, millones de burbujas cada una con su rollito exclusivo. No digo que no es interesante el contenido, me perturba el único centro de interés a modo fanático y excluyente. La fragmentación de la sociedad definitiva. ¿Un nuevo mundo o modelo naciendo, quizás una colmena de burbujas colaborando entre ellas? ¿Un nuevo poder emergente?
Real vs Virtual.
Mira Tambien: Estos Temas RelacionadosBeber cervezas o tomar fentaniloA todos los blogueros con sus nubes, ecosistemas, megabytes, burbujas y seguidores, les digo que sigo todavía muy feliz pensando en encontrar personas que ofrecen mucha transversalidad, diversidad, creatividad y alegrías. En modo real, sin cables entre medias por el momento. Viva la vida. Feliz Navidad.
- Jean Pierre Maire
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