La exageración. La pandemia contemporánea
El presidente se queda. El abuso termina siempre con un castigo. Los extremos prósperos nos llevan a ningún buen puerto. Desequilibra la sensatez. Nada nuevo salvo que hemos llegado al momento culminante de un largo proceso de degradación institucional. La clase política en su conjunto no está a la altura desde hace demasiados años.
El presidente Sánchez finalmente continúa.
Su discurso no estaba mal, tenía contenido. El médico acertó con el diagnóstico. Otra cosa es la química necesaria para resolver el partido de ajedrez. Se queda corto al ser víctima de su propia medicina. Un discurso de continuidad, seguir con el caos. A ver si un liderazgo más firme alterará la calidad democrática. El poder al servicio de una ambición personal o si podrá solucionar los problemas evidentes de la gente. Poder acabar con la incompetencia de la mayoría. Esto significa reducir el tamaño del estado, de las comunidades autónomas con sus barones y sillas. Me temo que los partidos políticos están más preocupados en entretenerse con su supervivencia, buscan ventajas para unos mismos utilizan el desprecio, insultos o otros indultos como arma de destrucción. Nadie gana nada con estas actitudes salvo ganar tiempo, los que viven de la política.
La polarización, el uno contra el otro, a ver quién es el que más ocupa el tiempo de los telediarios.
Un espectáculo mediático que define la pobre arquitectura cultural y moral de sus programas. Hasta un punto tan exagerado que oculta la incapacidad de servir las necesidades de la gente. Los problemas existenciales fundamentales no son bien atendidos, transmitidos y quedan sin soluciones.
Trabajo, salarios, vivienda, alimentación, salud. Una deriva hacia el caos. Ninguna de estas prioridades está a un nivel de satisfacción mínima. Que pobre es la clase política dirigente. El congreso, está capa democrática esencial, la máquina de hacer leyes tampoco funciona con batallas lamentables.
Cómplices de pagar mal a los empleados de todo un país y dejar que pierdan millones solo frena el país y crea desigualdad y abusos que terminaran mal. Estos mínimos no se equilibran con los costes reales de la vida o las ganancias corporativas exageradas sobre los hombros de los trabajadores.
La vivienda es otro ejemplo escandaloso, abusivo con consecuencias sociales enormes para la juventud que extrañamente no reaccionan.
El aumento de la recaudación de los impuestos con sus medidas mezquinas se anula con el empleo excesivo de trabajadores públicos junto con los intereses de las deudas contratadas o imprimiendo nuevos billetes que no tenemos. Inversiones partidistas.
La marea negra del petróleo, la guerra, los conflictos entretienen el precio alto, aunque hay abundancia del líquido. El ganador es la estrategia del miedo, de la especulación bienvenida. El estado, supuestamente nuestro benefactor prefiere apoyar el horror y la vergüenza que no les asustan más. La activación de visiones armamentistas es característico de una estrategia global.
La inflación con sus precios más altos no se compensa con los salarios.
Cuando hay subida de salarios o de las pensiones, el estado confisca una buena parte con los impuestos sobre la renta. Una injusticia y una escandalosa práctica de no ajustar lo justo. Se reduce el poder adquisitivo y más todavía con las cosas fundamentales como es la alimentación donde la inflación subió de manera abusiva. Los datos promedios publicitados con insistencia son un engaño sobre la realidad. Es un ataque directo a la calidad de vida de la mayoría trabajadora. Beneficia al estado y sus cuentas, sus abultadas nóminas, a las empresas intermediarias, distribuidores mientras que los del campo son olvidados perdidos en sus mares de deudas con tractores a doscientos miles euros. Pagas además más tus compras del mercado con las subvenciones que reciben, también sacadas de tus impuestos. Un golpe indirecto bien escondido por parte del estado.
Te quieren vender el coche eléctrico que vale mucho más, además también con ayudas del estado, nuestros impuestos que tenga o no tenga un coche. Financian a los acomodados finalmente. Tampoco hay suficientes cargadores en las calles.
El aceite de oliva sube con proporciones bíblicas, vale doce euros el litro en pocos meses. Un ataque definitivo a la exageración. Luego te quieren enseñar a cocinar con aceite de oliva para aumentar su consumo. Todas las cadenas de televisión te machacan con recetas de cocina en máxima audiencia. La complicidad con el poder económico es patética.
El presidente Sánchez se queja del abuso de su privacidad familiar, de límites que no le gustan, pero te espían con la detección facial sin despeñarse, oficialmente. Dejan que los okupas acampan a sus anchas. Los procesos de regularización demoran meses con cheques a los abogados para ayudarte. Pagan millones de euros a países fronterizos para que usen sus bastones para frenar la inmigración.
El trabajo sucio está subcontratado para que no se vea. Luego critican al grupo Wagner por el uso de mercenarios en sus operaciones. La democracia pura y limpia cada vez más sucia. Después nos dicen que la justicia es independiente pero no obedecen a sus reglas. Te cobran 20% de penalización sobre una cuota atrasada de un autónomo con la agencia tributaria. Tasas de usureros. La lista es interminable. Por todos lados los excesos son visibles.
Han perdido el control de la decencia creando una democracia perturbada y perversa.
Toca toda la clase política, sin excepción. La administración abusiva, incontrolable. El más vivo, el más insolente, el más atrevido, el sin vergüenza tiene prioridad y es publicitado. Es un mundo al revés.
Que nos está pasando?.
La noticia mediática es la desmesura, realidad aumentada, a veces manipulada. La IA (inteligencia artificial) se usa mucho con sus fallos informativos. Muchas angustias creadas con los sonidos, la música de fondo. El agua, sequías, fuego, viento, nieve, temblores, el tiempo y las desgracias son tratados como un espectáculo. Se distribuyen premios de ausencia. El grosero, el asesino, el tramposo, el estafador, el okupa, el vulgar, el mentiroso son los protagonistas apetecibles de las noticias. Entrevistan a las víctimas y a muchos testigos, una novela de varios días se ve como una serie. A los causantes del problema, de la incompetencia, no les piden explicaciones, no le ponen nombres. Tampoco los traen al frente de las cámaras.
Muchas promesas caen en el olvido, se sigue comiendo con voracidad la próxima golosina prometiendo que vas a adelgazar.
El político corrompido o el narco soberano. Una hilera de noticias que solo entretiene al pueblo sin efectividad ninguna. De lo mismo siempre. Hay lugares en el mundo donde se actúa y se resuelven las cosas. Ponen nombre y lugar. Fecha de resolución. Extrañamente aparecen en los lugares donde la exageración no es más soportable. Cuidado con los límites de tolerancia del pueblo.
Hacienda hace con la suya, almacenando tu dinero con exageración. 16% más de pobreza estos días son sus consecuencias evitables. Qué vergüenza, tierras de progreso no dicen. El regreso sería más bien sus herencias.
De tanto machacarnos hemos olvidado la senda del optimismo, la buena noticia, el respiro, la alegría sin alcohol. La imaginación, el arte, la esperanza, el proyecto.
Una deriva hacia el obscurantismo, la aproximación, la promesa y el engaño. La persecución judicial te espera si no quieres subirte al tren.
La Justicia es el socio escondido de la película, a su motor no le falta aceite para funcionar. Pero no tienen dinero para reformarse. Mueven sus papeles como en la prehistoria. Manos oscuras sacando o dejando expedientes en las enormes pilas de documentos. Sentencias según el espesor de tu billetera. No conocen la informática de tanta buena vida que llevan.
No hace falta ir al juzgado, sólo ver el estacionamiento que te da pistas sobre el nivel de vida. Poco a poco, todas estas derivas del buen sentido común, esa línea media entre el menos y el más, hace que todo el sistema colapse. Una sucesión acelerada de eventos, múltiples problemas sin resolver para aprovechar las ganancias temporarias.
Un egoísmo sin paragón. El todo para mí. Una cultura decadente.
Pueden vendernos vuelos baratos, islas tropicales, playas y chiringuitos, no somos tontos como para no entender que pronto todo va a cambiar.
No es sostenible la ilusión sin ver los resultados en tu cuenta de resultados.
Por el momento se acumula rabia y la paciencia se está acabando. Los atropellos duelen cada vez más, no hay remedios para curar. Los drásticos cambios son necesarios. Ya no hay más confianza en los políticos, ellos mismos confunden a todos los ciudadanos con sus castillos y cortes.
Los empresarios van a su bola sin controles. Pero sí que reciben apoyos y subvenciones del estado a raudales, son los garantes del empleo se cansan de decirnos, pero los ERE los pagas tu con tus impuestos. Los medios se encargan del marketing y la venta. Un socio cómodo para la propaganda. Un mundo de privilegiados y la mayoría de pobres, una visión que acostumbramos de ver para decirnos lo bien que estamos en nuestras tierras democráticas. Esa misma frontera también existe aquí ahora, pero es un proceso de retroceso que duele mucho más. Décadas de duro trabajo para ver a estos impresentables y arruinarlo todo. La diferencia son las cadenas puestas en nuestros cuellos con las deudas, el agobio y el cansancio. Faltan psicólogos y curanderos.
Siempre los remedios antes de eliminar las causas.
Simplemente es la exageración, debería poder erradicarse con una infusión, nada grave. Se puede evitar seguramente, es sencillo su arreglo. Argentina con Milei está limpiando la casta política, pone orden a las cuentas. Bukele en el Salvador acabando con la delincuencia. Que buena noticia que finalmente la exageración se pueda rectificar a corto plazo. Los resultados están a la vista. La exageración no tiene vacuna para prevenirla, pero tiene cura. Supongo que los estudiantes de las universidades van a despertar unos de estos días para poner orden en su futuro. La renovación es pendiente, no hay que esperar nada de lo actual.
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