La carretera Panamericana
Lima-Ciudad de Dios-Cajamarca.
Al estilo del ferrocarril Transiberiano, esta carretera es un megaproyecto con una multitud de conexiones entre sí. Se extiende desde Alaska hasta Ushuaia en Argentina. Solo queda un tramo de ciento treinta kilómetros de selva en Panamá, llamado el tapón de Darían. Un pantano muy traicionero, no hay conexión hasta ahora. Puede ser que sea por un tema estratégico, geopolítico, migratorio. Pueden hacer un canal faraónico al lado para dejar pasar barcos gigantescos. La conexión faltante de la carretera Panamá con Colombia ya no es un desafío tecnológico para hacer una carretera. Siguen en los cajones los planos para su ejecución. Nadie pone el dinero en la mesa para facilitar la inmigración como tema de justificación.
Las Américas del Norte y del Sur están separadas en dos partes por falta de conexión terrestre en ese punto. No tiene mucho sentido esta situación. Perjudica el desarrollo de las economías locales y frena la circulación de bienes. Los del norte no quieren competidores comerciales que no pueden elegir, tampoco abrir una autopista para más inmigrantes.
1,700 kilómetros en la cajonera de un coche.
De visita profesional en Perú se me ocurrió hacer un viaje durante un fin de semana largo. Desde la capital Lima, quería conocer la ciudad de Cajamarca situada a ochocientos cincuenta kilómetros más al norte. La costa peruana es muy seca y desértica. Había oído hablar de un paraíso lechero parecido a mi país, Suiza. Quería ver esto, las vacas y las montañas, el verde de la naturaleza. Nada más. Mi intención era ir con un bus. Un empleado de un distribuidor nuestro tenía que visitar a su familia para una boda en la región. Me invitó a juntarme con ellos para el viaje. El viernes vino a buscarme al hotel, un hotel de cuatro estrellas en la zona de Miraflores. Para mi gran sorpresa, todos ellos estaban sentados, su esposa y sus dos pequeñas hijas en la cabina simple de un pick up Toyota Hilux. Ni rastro de asientos para niños. Tampoco cabía en la cabina. Me tocaba sin ninguna duda sentarme en la cajonera trasera como pude con unos cartones y las maletas. Las cosas rústicas me encantan. Una singular manera de hacer todos estos kilómetros de ida y vuelta al aire libre, como un pasajero en moto, pero sin casco. Todo fue más duro de lo que pensaba. El contacto con el aire, la arena y luchar con el frío durante varias horas del camino fue todo un reto. La suspensión dura en un firme irregular también cambió mi confort habitual. 17 horas de ida, 17 de vuelta, un buen recuerdo sin dudas. La carretera es como una arteria del cuerpo humano. De vital necesidad, es la única vía para ir hacia el norte hasta la frontera con Ecuador. Camiones, buses, camionetas, coches y todo.Localmente en algunos lugares aislados se podía ver caballos con sus cargas.
Todo parecía una aventura.
Kilómetros del desierto sin nadie salvo el propio movimiento de la carretera. Un clima muy raro. Una mezcla cambiante de sol intenso con calor, cielos grises, el frescor la tarde, la noche con frío, vientos, arena en suspensión, algunas brumas oceánicas por las mañanas. Un pasaje muy seco por no poder de un lado y del otro la inmensidad del Pacífico. El azul oscuro del mar daba un poco de tolerancia a la hostilidad climática. Pero rápidamente uno se da cuenta de que solo es una ilusión. El Pacífico daba mucho miedo. Nadie se salvaba de tenerlo al lado de la carretera. Infinito, más desafiante y solitario todavía. Quince mil kilómetros de agua hasta Tokio. Éramos en febrero, el verano austral. Estar aquí daba una sensación de intruso, lugares remotos cortados con una carretera. Parece que no ha llovido desde hace años en estas zonas. Pero el océano procura humedad en la costa. Raro todo. Si llueve como en ocasiones por el fenómeno meteorológico del Niño, todo se transforma en tragedia. Un árido paisaje. No hay árboles, solo arena y piedras. La carretera tiene mucha fama, quizás en la época era más por su pésimo mantenimiento a principios de los años noventa. Camiones con ruedas pinchadas, un firme con muchos huecos profundos, peligrosos. Un caos. El arte de esquivar baches sin colisionar con el que venía del frente. Es muy difícil viajar de noche. En aquel tiempo casi nadie lo hacía. Hacíamos pausas en el camino, cerca de la ciudad de Trujillo comimos algo en un restaurante al lado de la carretera. Las estaciones de servicios son mucho más que solo para repostar. Reparaciones de fortuna, mecánica, soldadura, pinchados de neumáticos, bebidas, bocadillos. Teléfonos. Gente del lugar, ventas ambulantes. Era un centro de vida para un rato. Casi un pueblito de nómadas. Un lugar para descansar con una relativa seguridad. Normalmente hay guardias o policías cerca.
Cajamarca, 2,700 m de altura. Perú.
Finalmente llegamos a un pequeño pueblo llamado Ciudad de Dios a unos 120 km al norte de Trujillo. Nuestro destino se acercaba a la derecha ahora subiendo la cordillera andina. Una carretera de repente muy buena. El paraíso se acercaba. Poco a poco ganando altura, el verde vuelve a alegrar las vistas. Represa, lago, río. Al fondo un panorama abundante, un valle inmenso. Un paisaje de montañas al infinito. La cordillera de los Andes. Hay países que tienen su oro en formas diversas. Aquí en esta región las praderas y las vacas toman el poder. Una reserva estratégica para el país. La producción de leches y productos lácteos. Una industria potente. Más de 250,000 litros diarios producidos. Para empeorar el idílico pasaje, también hay minería con el oro como protagonista. Llegamos a la ciudad de Cajamarca que está llena de bancos e instituciones financieras. Hay trabajo aquí.
Una vueltita en el centro y poco más. El sábado por la noche, en la fiesta familiar, yo era uno más de la familia. El ceviche no faltó en la mesa, tampoco las cervezas y el pisco. Estar aquí con esta familia fue un regalo que compensa ver mil montañas.
Más Información:La filosofía como reina de las cienciasLa vuelta por la misma carretera, la Panamericana.
Enseguida temprano por la mañana del domingo el regreso. El frío vino a visitarnos transformando el viaje en un reto para mí arriba de la camioneta sin techo. Una experiencia sobre el valor de estas personas. Para encontrarse unas horas con la familia, de no faltar a los eventos importantes, en este caso un casamiento, hacen mil setecientos kilómetros en un fin de semana largo. Estábamos cansados llegando de vuelta a Lima. Esta Panamericana es mítica, indispensable con un tramo desolador, sin casi mantenimiento, zonas aisladas, un viaje un poco arriesgado para sus conductores con muchos vehículos en mal estado circulando. Los bandidos de caminos siempre están atentos a los fallos. Las mercancías circulaban como podían. Los buses cargados de pasajeros.
No siempre valoramos la infraestructura que tenemos en nuestros países.
Las carreteras, autopistas, líneas ferroviarias, las conexiones aéreas son maravillosas en toda Europa. Unas inversiones millonarias efectivas. Un mantenimiento regular genera confianza con los usuarios. El crecimiento del país debe mucho a la fluidez y la buena conexión entre ciudades y comunidades.
Sigue siendo un punto débil en muchos países. El proceso de mejoras ambientales es la parte conflictiva con los impulsores del desarrollo vial. Los fabricantes de vehículos aumentaron el volumen de los vehículos generando más pesos al nombre de más seguridad. Se buscaba en la sombra un incremento financiero notable y beneficios antes de los ahorros para preservar la naturaleza. Ahora nos meten los vehículos eléctricos para limpiar la conciencia ecológica pero las manías no desaparecen con fuertes incrementos de precios comparando a los vehículos térmicos. Nuevamente los ricos pueden comprar unidades caras que también contaminan más con sus huellas de carbono en diferido con todavía más peso que mover, materiales, batería y desgastes. Los seguros y toda la cadena con más beneficios todavía. Los coches pequeños no son la prioridad por el momento. Siguen con los mismos patrones con los resultados financieros antes de más racionalidad ética.
Una ducha en el hotel fue suficiente para esperar otra oportunidad de conocer más cosas insólitas, sorprendentes. Fuera de la rutina. Amo este trabajo. Mi curiosidad crónica está satisfecha con todo un continente para explorar. Unas cuantas historias tengo guardadas en los cajones como tesoros. El mundo es sencillo, amable, magnífico, increíble, no necesita políticos para arruinarlo todo. Para empezar, arreglar la única carretera que une Lima al Norte del Perú sería un buen comienzo. Este relato es historia de los noventa. Alguien sabrá si ahora las cosas van mejor...
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