LA GUERRA DE LAS CHATARRAS

LA GUERRA DE LAS CHATARRAS

Este episodio ucranio no debe de analizarse en un contexto diferencial a que, es un escenario en el que los miembros de la NATO, han podido desprenderse de todo el material bélico de rezago.
 
Y, particularmente aquellos que pertenecieron a la ex URSS y hoy se encuentran incorporados a los Aliados -léase Polonia, Hungría, Rumania, los desprendimientos de Yugoslavia y Checoslovaquia, celebraron la entrega de tanques, aviones, carriers, cañones y proyectiles que tenían cuarenta años de antigüedad. 
Para entregarlos ese judío piojoso y alto miembro del Mossad que,engaña a sus desvalidos compatriotas -Zelensky-, y en el paralelo, recibe y comparte con las cabezas de Bruselas, multimillonarios sobornos. 
 
Ahora, todo indica que arribará el turno de los F 16 que, no son mucho más modernos que los Mig 21, de los que desde el inicio de las hostilidades de esta patraña de contienda, los cazas rusos, ya derribaron más de doscientos que eran de exclusiva propiedad ucraniana.
El efecto multiplicador de este basural armamentístico podría llegar al infinito, pero debe de ser reducido a una simple reflexión -esta es que una inmensa molienda mecánica y metalizada es la que ya ha tenido epicentro en esta guerrita-.
Potenciada en gran medida, sobremanera por Lockheed, General Dynamics y Bell Helicopters que, son los mismos consorcios que estimularon a Johnson para abrir el frente indochino de Vietnam, Laos y Cambodia a finales de la década de los sesenta.
Los intereses son idénticos, pese al transcurso de casi sesenta años, desde que los distintos okupas de la Casa Blanca, protegieron y financiaron a ese aparato militar industrial norteamericano.
 
Y, es en esos domésticos aspectos esenciales de crear conflictos artificiosos, como puede sintetizarse el porqué lo que otrora abarcó el Sureste Asiático, hoy se ha erigido en el núcleo de la Europa continental. 
Todas las demás, son meras pamplinas que, pretenden justificar lo injustificable que, podría haberse evitado, apenas con allanarle el camino a Moscú para que pudiese reunificar su antigua territorialidad.
A lo que Putin se siente con pleno derecho, en función a que lo considera un imperativo legítimo e histórico ya que, después de todo, nada separa a Ucrania de Rusia, con excepción de la absurda vanidad de este ex cómico de la legua.
 
Que así acontece cuando dos naciones limítrofes cuentan con una misma identidad de idioma y religión. 
Circunstancia remota en el Occidente europeo, en el que la forma de comunicarse es merced al inglés y que, de toda su membresía solo es una voz nativa en Irlanda.
El resto, debe de cubicarse en el monstruoso endeudamiento al que están sometiendo incluso a las generaciones por nacer, de indefensos europeos que sufragan con sus tributos un conflicto que les es totalmente ajeno
Y, generado por un hato de tunantes que gerencian a la Unión Europea que, como los mayores referentes aquí en el Capitolio de este DC, obtienen idénticas mal habidas utilidades con la posesión de información privilegiada, mediante la cual, se anticipan a las alzas y bajas bursátiles de Wall Street. 
Siempre vienen a mi memoria, las equivalencias que tuvieron entre sí, dos contemporáneos y los mayores nemesis de los que tengo recuerdo.
Josef Stalin, fue seminarista e hijo de un ebrio golpeador y maltratador de su madre -igual que Adolfo Hitler-.
Y, cuando el primero falleció en 1953, luego que uno de sus Mariscales estrella -Zhukov-, le propinó una paliza que le provocó un síncope, en su testamento le había legado a su hija como único patrimonio, un lúgubre apartamento de dos ambientes frente a la Plaza Roja.
El Führer que carecía de cualquier bien material, sólo asistió a su hermana Paula, con un mísera pensión equivalente al salario mensual de un jornalero y que, luego del suicidio de su hermano, vivió hasta su deceso, del asistencialismo estatal austriaco. 
 
Ahora, las únicas noticias en las que vale la pena reparar, son las dolosas fiduciales de las que forman parte todos los dirigentes a nivel global sin excepciones de ninguna especie.
Por y para ello, se instrumentó esta contienda ficticia, precisamente para dejar al descubierto y en su sentido más químicamente puro... 
LA GUERRA DE LAS CHATARRAS.
Cordialmente Carlos Belgrano.

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Carlos Belgrano

Colaborador de Diario Alicante en Artículos de información e Opinion.

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