Este es de esos casos en los que los españoles somos muy dados a posicionarnos. Que no es malo. Lo que pasa es que nuestras posiciones dependen menos de nuestras normas morales que de nuestros ideales (deportivos, en este caso, políticos, sociales, etc.). Meses llevamos viendo al brillante jugador peleándose con todas las defensas de los equipos contrarios. Me dirán que es lo normal, que para eso es para lo que cobra.
Pero claro, cuando el enemigo ya no es el rival, si no los aficionados, ahí ya hay debate. Por supuesto que desde este blog decimos NO AL RACISMO, convencidos e indignados con lo que el madridista (y otros deportistas) ha tenido que vivir en sus carnes. Pero también soy de los que analizo y no creo, como él alega, que la Liga sea racista. No, ahí, no. Que hay racistas, SÍ, que todos son racistas, NO.
Las aficiones radicales de los equipos hacen reuniones paraevaluar cómo ayudar, desde la grada, a la victoria del equipo de sus amores. Contra el Real Madrid, más. Y con el brasileño lo han tenido todos claro. Lo mejor para que no desarrolle su juego es sacarlo de sus casillas. Desde que vieron que desestabilizándole le restaban potencial, han ido a por él. A saco. Esto lo pusieron de moda los jugadores del Mallorca. Pero uno de mis debates internos de siempre es, qué quién ganaría una batalla; un rival fuerte o uno inteligente. Siempre llego a la conclusión que con sabiduría puedes derribar a cualquier rival por muy impresionante que sea. Así ganó el Madrid la 14ª. Ahí es donde ha fallado Vinicius Jr.
Estrepitosamente. Ha aceptado todas las peleas e, incluso, muchas las ha promovido o, por lo menos; ha logrado enconarlas con sus actitudes. Recordemos que, para ofender a sus rivales, le ha sacado brillo a su título de mejor equipo del mundo, se ha señalado el escudo del Madrid como diciendo que son superiores y el pasado sábado hacía señas diciendo que el Valencia se iba a segunda. Y no, ese no es el camino. Si quieres pelea, puede que salgas malherido. Y eso le ha ido pasando campo por campo. En Valencia le gritaban merecidamente “tonto-tonto” (quizás también “mono-mono”, que sería detestable). Aun así, el segundo mejor jugador del mundo en la actualidad, tras el próximo bota de oro Erling Haaland, debería haber estado mejor protegido por todos. Es un niño que tiene que madurar y tanto el equipo, como los árbitros, como los periodistas, deberán enseñarle el camino. Ojalá el año que viene, en el Bernabéu, coreen algo así como “listo-listo”.
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