Venezuela, Morrocoy, un parque nacional estupendo

Venezuela, Morrocoy, un parque nacional estupendo

Venezuela, una joya desconocida.

La vida turbulente de la capital Caracas merecía un descanso. Vivir en las grandes urbes necesita de vez en cuando una salida para cambiar el entorno. Las espectaculares vistas hacia el Ávila, la montaña dominante de la ciudad con su verde intenso, sus magníficos loros multicolores ya no eran suficientes.

No era raro pasar un fin de semana en la costa caribeña Venezolana.

Nos encantaba ir a los cayos, son unas pequeñas islas con playas de arena blanca de baja profundidad, formadas en la superficie de un arrecife de coral. Es un paraíso tropical desconocido. Unos doscientos kilometros desde Caracas en buena parte con una cómoda autopista para llegar a unos hoteles sencillos de dos pueblos pesqueros, Tucacas o Chichiriviche. El punto de referencia para ir al parque natural protegido de Morrocoy. Para llegar a los cayos se alquilaba una lancha de pescadores de la zona. Una buena veintena de estos cayos disponibles para un día perfecto. Cayo Borracho es un lugar para aquellos que buscan un ambiente tranquilo y relajado, puesto que cuenta con escasos servicios turísticos. Los visitantes llevarán sus propios alimentos y bebidas para disfrutar de un día de playa en este hermoso sitio.

Las palmeras para darte sombra, el azul turquesa del agua para tus ojos, la arena blanca muy fina para tu confort, es todo un privilegio estar aquí.

15-20 minutos de navegación. El viento a veces daba sustos en la travesía con la mar abierta. Luego solos, indicar la hora de recogida. Durante el día pasaba un ambulante casero vendiendo, helados, camarones, arepas y otras delicias locales. Bebidas frescas, hielo todo de manera aleatoria. Era estupendo llevar equipos para el "snorkel". Los fondos marinos eran extraordinarios a muy poca profundidad. Una diversidad increíble. Los colores, los corales, la variedad de peces y también las espaldas quemadas por el sol radiante del lugar. Que pasada. Era una adición, la noche devolvía todo lo visto. Un mundo silencioso, tan bello. Visitamos otros islotes con más movida, el cayo Sombrero era el más concurrido los fines de semana. Se juntaban a muy pocas distancias de las playas, lanchas de todo tipo, también yates de lujo con buenas companias. Llegaban con sus rituales de música, cervezas y whiskies con hielos a granel. Más parecía ir a una fiesta, una discoteca acuática. El sábado y domingo con esta medicina era suficiente para recargar las pilas de las buenas vibraciones. Con sus daños colaterales como quemarse como los cangrejos. No había tanta crema solar para esconder la escapada ahora bien visible.

La vuelta a Caracas es como una recarga eléctrica de un coche.Todo nuevo otra vez.

Las tensiones rebajadas, todo en su sitio. Pero antes había que afrontar el regreso. Un sacrificio con una flojera significativa. El conductor era el único superviviente de un sueño generalizado para la vuelta a casa. En las carreteras venezolanas siempre hay controles de policía. Nunca es una ventaja estar en contacto con ellos, pero era una parada obligatoria. No tienes que gastar todo en el viaje. Tiene que tener billetes en tu bolsillo. Te buscan un problema o se lo inventan. Te proponen ir a la comisaría siempre muy lejos. Tienen mucha experiencia. Saben como cobrar el peaje de los tontos. En cualquier lugar puedes caer en un control. Una de estas cosas que tiene que aprender estando trabajando aquí. Buena gente, no hay problemas. Una parada a la estación de servicios para llenar el tanque de gasolina. Es que también beben mucho estos V8 que son muchos aquí. Los nuevos y los viejos testimonios de los mejores años de Venezuela cuando era un país rico y por qué la llamaban la "Venezuela saudita"

Unos cien litros de gasolina por rellenar, pero aquí vale un poco más que el precio de una botella de agua mineral. Que puede dañarte dar una propina a los policías... Todo se equilibra finalmente. Funciona así, tierras con sus modales, no hay que ofenderse, dejar fluir es la mejor opción del extranjero.

Nadie se roba nada entre los trabajadores.

Los venezolanos son muy buenas personas. Acogedores, simpáticos. Hay demasiada pobreza muy honesta que es mezclada con problemas de delincuencia común y carteles de la droga, bandas violentas armadas. Ajustes de cuentas entre los clanes. Decenas de muertos cada fin de semana en Caracas. Hay que saber dónde moverse, tener olfato, buena visión panorámica. Anticipar las situaciones de tensiones. Desactivar los planes. Despachar más las sonrisas que la agresividad. Claro como en todas las grandes ciudades del mundo es mejor tener buenos ojos. Saber protegerse con gratitud, ayudar al informal que cuida tu coche en el estacionamiento, otros que te llevan las bolsas del supermercado hacia tu coche, una práctica corriente, mil cosas así. Costumbres múltiples para darte la oportunidad de ayudar al informal sin trabajo. Aquí se mezclan los pobres y los ricos en la misma cafeteria. Comemos las mismas arepas, bebemos las mismas cervezas en los bares. Son grandes diferencias sociales en cualquier lugar popular. Es particular en Venezuela, todo es normal, una convivencia social que llama mucho la atención. Esta situación está generando de un lado una normalidad muy bienvenida y del otro puede despertar celos y envidias. Una chispa y todo puede terminar de manera más caótica.

La ciudad te aleja de las cosas simples de la naturaleza.

Puerto la Cruz, Isla Margarita, Higuerote, La Guaira son los lugares más apreciados para desconectar. Para los exquisitos están las exclusivas Islas de los Roques, también un paraíso preservado. No olviden llevarse siempre la crema solar, una gorra y gafas de sol. Disfrutar de la arena blanca para limpiar todos los problemas de la vida. Para los aventureros, Venezuela tiene muy buena recompensa aquí con ríos tumultuosos con selvas profundas, montañas. Ciudad Guyana y el Orinoco, la Gran sábana venezolana. Los "Tepuyes" son las famosas montañas con formaciones más antiguas en el planeta. Son un complejo entre la frontera norte del río Amazonas y el Orinoco. A lo largo del curso de la historia de la Tierra, la meseta se erosionó, y se formaron los Tepuyes, montañas con la cima plana. Las montañas de Mérida con su famoso teleférico más alto del mundo, alcanzando una altura de 4.765 m s.n.m, y el segundo más largo, con 12,5 kilómetros de trayecto, lo que lo hace una obra de ingeniería singular. La región acaba de perder su único glaciar debido al calentamiento global. Es un país fabuloso, rústico, auténtico, sencillo. Cada esquina te lleva a unas sorpresas. Unas opciones políticas equivocadas hacen que el país sea una ruina ahora con problemas difíciles de resolver. En las universidades no se aprende del pasado. Los políticos siempre lo arruinan todo, una historia muy larga de incompetencias. Con el petróleo tan abundante, unas reservas más grandes del mundo desde decadas, nunca fueron capaces de ofrecer un mejor nivel a sus habitantes. La corrupción siempre se ha llevado el pastel más grande. Pero la gente no cambia, siguen esperando con la sonrisa unos mejores días.

La alegría siempre está cerca de ti en Venezuela.

Pasamos cinco maravillosos años, (95-99) muy felices, nos emociona cada vez que recordamos estos tiempos pasados. Hoy los paisajes fabulosos de Venezuela quedan, su pueblo también. Su música, su diversidad, su exuberante cultura, los niños bien atendidos. El cuidado personal. La ruina económica no quedará para siempre. Los mejores tiempos volverán. Dejar atrás este periodo muy difícil es la esperanza de todo un pueblo maravilloso. Hay otros que siguen poniendo sus manos en la caja común que compran casas o pisos a granel en todo el mundo. Distorsiones visibles de un abuso característico de la situación actual. Hay mejores maneras de arreglar las cosas. La paciencia es una virtud. Los hombres después de explorar las alternativas más diversas siempre vuelven a la sensatez, lo sencillo, buscan equilibrios razonables. Las elecciones de este fin de semana pueden aportar un cambio merecido después de muchos años de decadencia.

Viva la vida.

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Jean Pierre

A Jean Pierre Maire siempre le persiguió la curiosidad. El deseo de conocer el mundo desde la temprana edad. Le apasionaban los mapas, se forjó entonces un verdadero camino hacia la singularidad, la independencia y la libertad. Tratando de influenciar sus decisiones para satisfacer sus necesidades. Es de esos que creen que el destino se puede forjar. Seguir la mayoría nunca fue su objetivo.Tuvo que surfear sobre la ola, caerse en el agua de vez en cuando. Aceptar los modales de la sociedad done vivia cada vez más decadente moralmente y tambien corrompida. Meter sus manos profesionales en el sistema con una doble agenda. He sido un cobarde egoísta de no levantarme contra tantas injusticias. Astuto en aprovechar las oportunidades, creciendo en las heraquias, buscando el mejor rendimiento económico con mi trabajo. Pudimos en familia vivir experiencias extraordinarias con condiciones privilegiadas. Quedan ahora estas vibraciones, estas maravillosas sensaciones de que queda más por ver, entender, que nada está terminado. Ahora jubilado, primero no deja entrar a este viejo en su casa como justamente lo dice el actor Clint Eastwood. La experiencia es un grado. La andadura es un regalo. Tuvo suerte, trabajando en varios continentes con puestos de  gerencia general en el sector industrial. Multinacionales suizas, suecas, canadiense. Autónomo unos años en Madrid. Un amante de la vida, de la familia, los deportes, la naturaleza.Subiendo montes y altas montañas, andar en la bici de carretera, maratónes. Motociclista apasionado desde siempre. El "yo" egoísta es visible en el camino. No es una forma extravertida como aparentar con aires superiores. Son estas cosas que me llenan, me divierten, me emocionan. Cosas solitarias. Me gusta aprender siempre cosas nuevas. Jean Pierre Maire, nació en Suiza el 18/12/1954. Vivo en Torrente desde 2017.

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