Cuando era niño mi padre podía pasar 3 horas cantando versos e improvisando con instrumentos de percusión que el mismo fabricaba con piel de conejo.
Mis ojos inocentes contemplaban con asombro como este trovador se convertía en vocero de una tradición ancestral que se perdía en la memoria de los tiempos.
La zambomba sonaba a un solo ritmo y la propuesta, acabado el repertorio, era sacar a la luz como buen bufón lo que había acaecido ese año en el pueblo y que no se podía contar si no era en ese estado de embriaguez artística en la que el juglar Montilla nos sumergía, donde el juego como diría Huizinga permite traspasar la frontera de las normas establecidas.
Ese recuerdo unido a un sentimiento fraternal de ser parte de una comunidad me llevó en mi adolescencia a buscar inconscientemente el encuentro con ese espacio sagrado que mi padre creaba a lado de un fuego, con dos chatos de vino y una memoria prodigiosa donde se invocaban otros tiempos con culto y redención.
La sombra de las redes o telarañas sociales consigue que las personas se olviden de su tradición oral y que el vocabulario sea cada vez más pobre, al tiempo que se olvida el acto mágico de reunirse a cantar canciones que todos conocen, con las que todos se identifican, y que convierte al grupo en un ciclón de emociones con un denominador común, amor por la tierra en que vivimos y complicidad por lo que nos une.
Da la impresión que en este tiempo andamos absorbidos por contenidos que personas ajenas a nuestra realidad cotidiana nos muestran , incitándonos a pensar, sentir, vestir y actuar de una determinada manera de acuerdo a la nueva tendencia imperante.
Ante esta avalancha de información me pregunto si podemos entrar en revolución contra esta forma de dominación de las conciencias movida sin duda por intereses comerciales, apagando todos los dispositivos electrónicos que nos distraen de lo real y cambiando esa actividad cibernética por otra más emocionante y vital como es:
- -cantar
- -bailar
- -conversar
Donde la única pantalla que exista sean los ojos de los niños que miran como recuperamos lo que fuimos para poder llegar ser lo que seremos.
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