Suiza, el dinero no puede comprar la felicidad
Muy bonito, caro y un orden exagerado.
El motivo del viaje tuvo que ver con la visita a una familia muy amiga que necesitaba apoyos en momentos difíciles por temas de salud. Volver a mi país por dos semanas era el plan. Pisar el pasado es inevitable, volver a ver los lugares de los crímenes y las vías de escapes. Toda una infancia y de joven adulto con sus recuerdos a la vista. Tratar de reconocer la ciudad de Lausana donde la metamorfosis es espectacular. Su transformación en una ciudad cosmopolita moderna, pujante y animada es evidente. Una obra continua con grúas por todos los lados. Carreteras perturbadas por la construcción de líneas de trenes y metros, una geografía complicada con sus desniveles. El majestuoso lago se encuentra como si fuera el sótano de una casa. Luego siete cientos de metros más arriba vuelve a ver el techo de la casa. Una sucesión de calles, cruces, rotondas y semáforos con un tráfico muy denso. La aproximación hacia el centro desde sus vías de accesos desde Ginebra o Zúrich es un atasco permanente. El verde de la naturaleza sigue siendo potente, imponente. La vista hacia el lago y las montañas es impresionante. El cuidado de sus jardines y flores es digno de mencionar. La calidad de todo está a la vista, todo parece perfecto, los inmuebles, los detalles, todo funciona, parece todo nuevo. Hasta los coches están todos limpios.
La imagen de suiza no falla.
Es verdad, la buena impresión es inmediata al cruzar su frontera. Hay algo diferente. Un nivel de exigencias de largo recorrido, una especie de maratón hacia la perfección. Una disciplina implacable que llega a molestar al forastero recién llegado.
Aquí, el reloj te maneja, los deberes y las obligaciones son asfixiantes. El orden es una obsesión. Las regulaciones dictan tus movimientos, te indican lo autorizado y lo prohibido. Una cosa es el turismo, otra es
la vida real por dentro, la familia, los amigos, la cercanía con las rutinas y los detalles de sus vidas. Los recuerdos de tus propias experiencias. La inevitable comparación entre España donde vivo desde décadas y Suiza.
Es de repente como una sensación de claustrofobia que me invade.
Una contradicción evidente entre lo bello de la naturaleza y el movimiento regulado al extremo. Para ilustrar esto cuando llegamos a nuestro destino, había un conjunto de inmuebles residenciales privados, situados afuera de Lausana. Un bonito lugar. Una decena de plazas de estacionamiento para visitantes estaban disponibles y mi coche allí descansando. El tiempo máximo de estadía es de cinco horas. Se usa un disco para marcar tu llegada, se pone en el parabrisa del coche. Una bienvenida que puede ser venenosa. La primera noche ya tenía mi primera multa de cuarenta CHF. La matrícula no importa, pero la hora si. Bueno, no fallan los de Securitas para brillar con lo absurdo en plena noche profunda alrededor de las tres de la mañana.
Luego las cosas se complican aún más. No existe un hueco para estacionar sin pagar en ningún lado en toda la ciudad y sus alrededores. Es como decir al visitante que se vaya. Una bienvenida dudosa. Todo está prohibido o autorizado por un tiempo imposible de respetar por un español o cualquiera con un sentido común. Es realmente frustrante. Dos CHF a la hora pueden ser la sentencia. En las carreteras todo es muy lento, pero el derecho es supremo. No hay ningún favor, perdón o alegrías en una rotonda. Una agresividad y cinismo sorprendente de los conductores. Hay un estrés que se puede detectar enseguida en cualquier lado.
Hablando con los amigos, es una hilera de cosas que aportan más quejas que felicidad. Frustraciones continuas. Parecen agotados con tantas obligaciones, una constante presión económica con cualquier cosa. Los precios están todos inflados a niveles de atraco institucional. Un abuso manifestó. Márgenes de criminales cuando sabes algo de los costes reales. 8,50 CHF 600 gramos de pechuga de pollo, 79.00 CHF el kilo de buena carne, 14,50 CHF 200 gramos de longaniza, 18,50 CHF el litro de aceite de oliva virgen extra. 2,50 CHF un kilo de banana. Uso de bolsa de basura 1 franco suizo para una pequeña cantidad de 17 litros. Va subiendo el precio según el tamaño. Es obligatorio su uso. También hay un impuesto para la basura a parte para cada menaje. Usar cualquier otra bolsa tiene una multa. Te vigilan hasta estos extremos. Aqui en el supermercado todo asusta. Pero nadie se rebela todavía. Siguen comprando y gastando hasta colapsar. Hay una saturación de coches, pocos espacios libres, todo se transforma en escasez de libertades de movimientos. Las prohibiciones superan las cosas que se podrían hacer sin problemas. Existe un grado obsesivo de molestar a la gente.
Parecen todos unos pescados nadando en una bañera con una falta de oxígeno.
Tienen de todo, no le faltan de nada. Pero no son felices. Extrañan las cosas sencillas, de poder liberarse de tantas tonterías. Quieren relajarse. Soñar y aliviar la presión administrativa, la organización obsesiva. La regulación de sus vidas. Las denuncias al minuto pasado, el vecino que se queja por cualquier cosa. Las cámaras de vigilancia, los semáforos inteligentes, el seguimiento sistemático de tus cosas. Las facturas que no paran de llegar a sus casas con sus códigos QR. Esperan al cartero con ansiedad. El banco es una palabra de uso común aquí. No se sabe si es por lo bueno o lo peor. Una casa no se paga nunca aquí, es una fuente de ingresos eterna para el banco. Las cuotas de la hipoteca bien podrían seguir pagando los hijos si no venden la casa y hacer finalmente un finiquito.
Se siente un nivel de saturación económica.
El chalé de madera, las montañas, Heidi y el chocolate existen, es muy pintoresco como las fallas de Valencia, las procesiones de Andalucía, el chupinazo de Pamplona. La vida real es otra cosa. Habrá mucho oro en suiza, un brillo internacional. Un paisaje político todavía respetuoso. Viniendo aquí de paseo se ve inmediatamente que todo es muy cada uno a lo suyo. Les gusta, como una bombilla que brilla con luz propia, pero al mismo tiempo pretenden ser discretos. Todo lo que brille no es oro dice el refrán.
Más Información:Bitácora de futuro Los escombros de una...España anda por los mismos caminos, van a llegar al mismo nivel de estupidez cualquier día de éstos. Cuidado con los reguladores y los manipuladores. Quieren hacer de ti un esclavo con un nivel superior, sueñan de quitarte la cabeza. Mantener abiertos los ojos sería un buen consejo para exigir un espacio de autonomía, iniciativas y desarrolló del individuo. Es de vital importancia. El dinero no garantiza la felicidad y crea distorsiones sociales, el exceso de regulaciones mata la iniciativa. El sueldo básico es alrededor de cuatro mil francos suizos, casi igual que en euro, parece una fortuna para nosotros en España. No les queda nada al final del mes. La clase media está bastante mejor pero se machacan con créditos y casas con precios astronómicos para sufrir igual con más silencio. Agotados con las cargas y gastos en un entorno muy exigente. Ni un año de vacaciones pueden disminuir sus tensiones y esa impresión de mal vivir por dentro. Sus zapatillas son de marca, el coche es híbrido, las casas son bien aisladas, no tienen frío el hibierno, el sofá es confortable, no hay falsas notas en nada.
Hay un reloj que rompe siempre la armonía.
Es como una espada atrás de tu cabeza. Te mueves con amenazas constantes. En cualquier esquina, en un momento de errancia, tu cabeza puede rodar sin piedad. Necesita una concentración permanente que te desgasta progresivamente. Viven muy bien y se puede ver. Atrás del parque cerrado hay más. Una carrera hacia el abismo del consumismo. El culto de la propiedad privada.
La salud mental también se degrada aquí.
Una prueba más, el mismo problema sigue con el dinero. Es razonable pensar que son otras cuestiones más importantes para todos nosotros. No quiero que me atrapen en este remolino donde te hacen creer que todo está perfecto. Parecen finalmente tener un coche de alta gama con grietas por todos los lados. Cuesta remar en sentido contrario para no caer en esta ilusión.
Te quitan parte de tu cerebro, lo anestesian y solo brilla demasiado lo material, la cultura del aislamiento individual. La felicidad plena, la encontrará en otros lugares, incluyendo una naturaleza muy bella, extraordinaria, mágica como un parque temático ahora con un acceso también regulado al milímetro.
La libertad y la democracia sin los tecnócratas reguladores en excesos deberían ser las prioridades que debemos defender en muchos sitios de nuestras tierras europeas. No se puede escapar de cuestiones básicas. Resulta posible confiar en que las mismas empresas que han multiplicado el cambio climático y la desigualdad nos curen de todos los males o dirigirnos en buscar nuevas formas de consumir...
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