Pocas veces en España se ha visto un ensañamiento público de tal calibre. Se mezclan varios factores, al declarar la guerra a todos los que Rubiales ha querido echar un pulso. Atreverse contra el feminismo es de osados, porque, aunque el feminismo (que es sinónimo de igualdad de género, que es como más me gusta llamarlo) es imprescindible en cualquier sociedad; tiene una legión de defensores demasiado grande como para echártelos de enemigo. Sobre todo, etiquetándolo de “falso feminismo” que sólo él sabrá lo que quiso decir. Llamar "idiotas", "estúpidos" y "tontos del culo"a todos los que creímos (incluidos periodistas) que se había pasado tres pueblos; tampoco le ayudó mucho.
Sobre todo, cuando ella declaró que el beso NO había sido consentido. Ya se había echado al 90% de Twitter (seguiré llamándolo así siempre, si me lo permiten) en su contra. Y empezaron a llover haters por todos lados. La presión mediática se hacía cada vez más fuerte. Y, la prensa, del lado, siempre, del fuerte y en este caso, la marea contra el presidente de la Federación crecía de forma desmesurada. Cada vez más gente, le fue dando de lado. Todos menos el diario deportivo AS que puso el foco en la jugadora con esa portada en la que decía que Jenni había dejado caer a Rubiales. No, señores, Rubiales se tiró solito. Y, claro, también todos sus “lacayos” dentro de la federación que aplaudieron sus palabras como si no hubiera un mañana.
Yo hace años tuve un rifirrafe por Twitter con una famosa actriz. Hice un comentario sobre ella (que me podía haber ahorrado, la verdad me digo) y ella me invitó, en público, a que demostrara que ella dijo lo que yo decía que dijo. Su legión de seguidores se puso, en modo “mastín”, a desprestigiarme. No la contesté a ella ni a ninguno de ellos. En dos días nadie se acordaba de mí.
Y eso que, con esfuerzo, conseguí las imágenes de televisión que demostraban que ella dijo lo que yo decía que dijo. Gané la batalla, no luchando. Eso le ha faltado a Rubiales. Mi presunta inteligencia (y el miedo que tuve a que me lincharan) sirvió más que la arrogancia que mostró el presidente de la RFEF. Le obligaron a pedir disculpas y lo que hizo fue cabrear más al personal con una chulería que encendió al 10% restante de Twitter que le defendía. Ahí ya, solo le quedaba dimitir.
Se convocó la junta extraordinaria de la Federación y, cuando todos intuíamos una dimisión, le volvió a salir la estrategia al revés. En vez de pedir disculpas bien hechas, culpó a la víctima de ser ella la que empezó todo. Ya, con el gobierno, y todos los estamentos del mundo en su contra, dijo una bravuconada que nos va a servir de memes para un par de años: “No voy a dimitir”. Ahora él cree que todos están en su contra porque le tienen manía y no ve lo que ha provocado.
Ha sido el primer español que ha unido a todas las fuerzas políticas en su contra. Inaudito. Lo de hoy, ya es lamentable. Entiendo que la familia le quiera defender, pero creo que le están haciendo un flaco favor, echando más gasolina al fuego. Con lo fácil que hubiera sido pedir disculpas compungidas desde el principio (a Jenni Hermoso la primera). Miren al Rey Emérito con el caso de la cacería. Ya es mítico ese “me equivoqué, no va a volver a ocurrir más”. Y en dos semanas estaríamos hablando de la lesión de Vinicius, el Mundial de Baloncesto (que vamos a ganar) o las 5 medallas (4 de oro y 1 de plata) que hemos conquistado en el mundial de Atletismo.
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