Hay una tendencia persistente de creer que los ricos son más felices. También a primera vista siempre se relacionan con el dinero. Muchos de ellos se vuelven excéntricos. Singulares. Gustos sin ataduras. Atraen la atención con un despliegue mediático y viral que hacen de ellos como si fueran animales de observación de un zoológico. Una nube de aprovechadores que los siguen buscando una manera de poder pagar sus facturas. Estás personas muy ricas, tan singulares, tienen tantos oficios que abarca la vida en general, cantante, deportista, empresario, banquero, inversor, artista, escritor, herencias, lo que sea, pero con un talento o patrimonio extraordinario. El alcance global de la fama puede fabricar un rico con cualquier chispa de genialidad en un instante.
A escala menor conocí algunos por mi trabajo.
El deportista. Encuentros casi siempre placenteros por su efimeridad. El que se montó un campo de golf en el último piso de su torre en la Avenida 9 de Julio, la más famosa de Buenos Aires. Tomando un café en su bar particular, practicando hoyos con una red de pesca para frenar las pelotas. El suelo ocupaba toda la planta con sus columnas de hormigón como para recordar que estamos en un edificio. La moqueta verde y las falsas plantas podían hacer pensar que nos encontrábamos en el campo. Una afición fuera del público, solo para él y sus invitados que podían entrar en su mundo privado.
La tapadera. Otro empresario mexicano importador de Guadalajara que tenía una mansión con hectáreas de terreno dividida en tres partes. Una parte la familia, negocios y para su gusto particular, un aficionado a la música, una discoteca con todos los adelantos tecnológicos del momento. Hacia venir el discjockey por avión desde Miami para animar sus fiestas. También tenía guardias vestido de negro y bien armados para vigilar la non grata. Algo más debía haber escondido.
La cultura.A otro le gustaba el arte, entre sus papeles desordenados y su oficina con olor a viejo, su traje arrugado y zapatos lustrados, tenía un muy buen gusto a segunda vista. Su residencia estaba decorada con refinamiento. Cuadros originales con los artistas famosos de la pintura contemporánea. Una cocinero que si sabía convencer a sus comensales. Tampoco el vino servido no era malo. La música clásica como relajante y curador de una dura jornada de trabajo en el centro de Sao Paulo. La discreción absoluta. Andaba con un coche viejo de estos VW escarabajos de color verde llamado fusca en Brasil.
El poder. Otro tenía gustos acuáticos, la zona tropical como escenario preferido. Siempre había un negocio detrás del placer y el disfrute de su inmenso yate. Una salida merecida de unas horas o días en el Mar Caribe. Ganaba más que el gobernador de la isla. No se sabía quién mandaba realmente. Aruba, un lugar discreto. Me recuerdo mucho de los delfines acompañándonos, muy poco de la cercanía de Colombia y la exportación de whiskies escoceses.
La exhibición.La tentación por las bellas curvas. Eran unos cuantos. Algunos muy refinados aumentan sus exigencias con curvas de diseño, un garage agrandado para aparcar millones de euros con vehículos de lujo. Generalmente la expresión del poderío se proyectaba al volante de una elegante Aston Martin de color discreta. Una manera muy sofisticada para ir al Boulevard. Hacer una parada en el hotel cinco estrellas para tomar una copa en el bar. Había necesidad de ser visto, admirado. Un ego desmesurado. Yo disfrutaba solo de dos cosas, la vueltita con muchos caballos motor y la copa en el bar de un hotel de South Beach Miami.
El cazador.También a uno que le gustaba la caza mayor. Los animales como una pasión sin límites. Los querían tanto vivos como muertos. Caballos, perros, venado, Range Rover, guías y buen vino. Sin olvidar las escopetas de caza largas. Los trofeos están colgados en las paredes del hotel rural. Dos días en un coto de caza, una finca de Castilla la Mancha. Una pasión definitiva. Una persona en su elemento. Fluido y experto. Todo un mundillo hablando de caza. Como otras pasiones, este es de la élite con un impacto en tus cuentas bancarias. Los presentes tienen un buen pasar. Nadie habla del sueldo mínimo. El vino y las copas tienen un lugar de privilegio, la comida es muy silvestre. Estar con ellos fue una experiencia interesante por su confidencialidad. Pero también estos cazadores tienen un respeto por el animal y su descendencia asegurada.
El dictador.Lo mejor para el final, es el que lo quiere todo. No deja migas en la mesa, todo para él. La arrogancia y la soberbia que molesta. La superioridad a golpe de insolencias. Acercarse de ellos te cubre de una capa de nubes negros. Sólo desea alejarte lo más rápido que sea posible. Hay suficientes buenas compañías que no van a aguantar a estos pretenciosos y a los mal educados. Los negocios no tienen fronteras, distancias, colores, tamaños. Deberían sin embargo ser discriminatorios con sus modales.
La sonrisa esta de vuelta.
Es como un álbum de fotos, imágenes de situaciones, momentos vividos con la vida que pasa. La que no vuelve más. Un panorama general amplio, diverso. Con el tiempo, aparece una radiante sonrisa que pone todas las cosas en su sitio. Se confirma definitivamente que el rico no es siempre el que tiene poder o dinero.
Es más rico el que se puede ver sin avergonzarse.
El que puede observar, disfrutar, amar sin condiciones. El que puede llenar su alma de todo un poco. Se adapta al calor como al frío. Con o sin dinero. Con un plato de comida o por invitación del Rey. Con un Ferrari, una mansión, un yate, un cuadro de artista o una caja fuerte, tampoco vale absolutamente nada cuando el médico te dice que no te puede curar.
Hay libertades restringidas a los ricos y famosos. Les cuesta disfrutar una cerveza en la taberna sin que a alguien le moleste, le miren o le insultan. Ahora sí, no tienen que soñar con ser ricos. Pueden disfrutar a granel de lo que pensamos todos que es la dirección de la felicidad. La admiración que tenemos por ellos es la única ventana de autosatisfacción que les queda. Muchos no aguantan este poco y terminan por destruirse con vicios o suicidarse. El humano siempre quiere lo que no tiene. Queda de ver cuál es el más feliz. El que anda sin más en la vida con una maleta de problemas que resolver, pero que comparte la cerveza con amigos o el rico que lo tiene todo resuelto pero que está muy solo. Su corte es como un chaleco antibalas, no resuelve el origen del disparo.
