Siempre me han sorprendido los políticos. También la contundencia de los diagnósticos de los profesionales del sector bucodental. Llegas al gabinete con un mal de dientes, tú sabes dónde te duele. Una imagen para certificar el daño. Siempre hay dos resoluciones al problema. Un tratamiento de choque o la erradicación definitiva con una extracción. Más tarde con apaños técnicos se puede eliminar la consecuencia estética con implantes.
Los políticos no tienen esa eficacia. Parecen más bien a una discoteca donde todo el mundo se toca, se rozan con música y luces psicodélicas de varios colores. Los políticos no resuelven nada, solo anestesian sus audiencias con divertimiento. Los dueños de las discotecas administran la caja. Hacen las cuentas después de la fiesta. Cada vez terminan vendiendo el negocio o lo quiebran. Verifiquen lo que pasa con su discoteca preferida.
Los políticos son parecidos, la responsabilidad es muy limitada. Pueden arruinar un país sin ninguna consecuencia para ellos y sus cómplices. Funcionan como una casta. Un mundillo de privilegios. Una galaxia propia. Un pulpo gigantesco que tiene hambre y necesita recursos ilimitados para seguir su estado de obesidad. Imprimen billetes cuando hace falta. El déficit fiscal ya no se puede pagar. Cada Comunidad con sus asambleas, sus libros, sus programas, sus reglas, sus acomodos.
Cuando la caja está vacía, piden más con arrogancia. Un montón de gente. El estado se ha multiplicado por cien. Se entretienen todos entre sí. Nadie se inmuta por la factura de funcionamiento del estado. No necesitan sus sueldos para comer. Es un sistema piramidal, una pirámide demasiada grande. Es muy bueno tener labios. Se promete mucho y se ejecuta poco. Siempre se asfalta una carretera antes de poner un médico en el sistema de salud o un profesor en la educación. La mayoría funcionan mucho mejor que con diplomas.
Si necesitan hacer algo, prefieren dejar a otros que lo hagan. Que mejor que un amigo, un cercano, un familiar. Un asesor, un publicista, un especialista, cualquier cosa vale. Una capa de servicios adicionales con presupuestos inflados para dejar claro quién manda. Algunos practican lo que se llama la corrupción, una propina ilegal adicional para los dulces de la vida. Tenemos políticos para rato. Quiénes van a sacarlos de sus sillas. El problema es que el pueblo tiene que pagar todo. Ahora bien, no hay mucha lógica en la solución. Unas manipulaciones ayudan a retrasar el epílogo.
La cerveza es casi gratuita, el televisor con programas basura, el sueldo que no alcanza, no se cansan de decirte lo bien que estamos. Lo mal que va todo afuera de las fronteras. Mejor trabajar que ir a la universidad. Un pueblo cansado, agotado, ciego y sin coraje. No reacciona. Parecemos drogados sin capacidad de conducir nuestras vidas. Aceptamos todo, las multas, las limitaciones, las colas, la exclusión, la reducción de las libertades. La sumisión. El sueldo mínimo. La iniciativa con obstáculos infinitos.
A fuego lento se cocina el guiso. Más cocción y menos líquido en la olla. Ya solo ves la oscuridad. El claro está ya fuera de alcance. Nos conformamos con el confort de la casa con la hipoteca. Los partidos de Izquierda o de derecha que importan, si todos quieren lo mismo. El botín. Los extremos son como las moscas, quieren comer algo del postre. No están para más. Cada día se estrecha el espacio de libertades con diminutivas consecuencias. Pronto serán capaces de controlar el sueño, el movimiento, las palabras, las opiniones. Ya controlan tus ingresos y gastos. El código QR te transforma en producto.
A ver si es posible salir de esta situación. Encontrar un poco de oxigeno para reactivar las energías. Brotes verdes que regar.
Bueno, depende. La deriva insostenible del gasto, las deudas imposibles de pagar. Se imprime alegremente billetes para seguir el cuento de hadas. Un colapso, una deriva bélica, el desorden, la necesidad puede cambiarlo todo. Pero si es solo para eliminar una generación por otra igual, el objetivo no se va a cumplir.
Se necesita un nuevo líder con propuestas diferentes, debe provocar la envidia de días mejores. Una nueva luz de entusiasmo. Un proyecto de inclusión. Una visión más equitativa pero meritoria. Con premios y medallas. Dejar la libertad de emprender, no regular con tantas restricciones o sancionar en lugar de volar hacia nuevos sueños. Los políticos, una casta que nos sobra ahora. Con estos modales no es más aceptable. Que el 2024 sea el año de la reflexión. Que queremos realmente.
