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Le gusta la nieve

Pista negra

La primera vez es siempre un recuerdo para la eternidad. La infancia tiene los límites controlados por los padres, aunque ahora se puede discutir con la realidad y los comportamientos de nuestros hijos con sus criaturas. Adolescencia maravillosa, un traspaso de responsabilidades, desde ahora probando sus propios límites. Progresando con la dificultad. A veces no hay retorno posible. Seguir adelante es la única opción.

El día era además algo triste con tonos grises y blancos. Parecía una película blanco y negro con un panorama de montañas en pleno invierno. Los maravillosos años de los setenta. Se sentía un frío intenso, unos veinte minutos encerados en la telecabina que nos llevaba hacia arriba la montaña lejos de la estación de ski. Los esquiadores eran llamativos con sus equipos nuevos del año, sus vestimentas exuberantes de colores vivos. Una élite competiendo por el más y tu más. En aquellos tiempos ya era caro pasar un día en las pistas de ski. Ahorros de otoño con los caracoles que nos compraban unos cinco euros el kilo. Pero ese día era diferente para nosotros.

Lo que buscamos era el cartel de color negro indicando la pista más difícil. Tenía reputación de ser muy perra. Nosotros éramos tres amigos, no éramos habituales de desfilar de moda. Jeans, viejos skies, unos payasos en toda regla aquí. La meta del día era hacerse con la pista negra. Llegando al sitio empezaron las dudas. Literal, es un precipicio casi vertical. Nos miramos con caras de bajar con la roja menos exigente. Pero observando el escenario unos doscientos metros más abajo se podía distinguir una mejora con una inclinación más amable. Una caída quizás de hospital, pero evitando el enlace final. Ya el frío había desaparecido. La concentración, la adrenalina calentó las maquinarias. Éramos decididos. No teníamos el nivel para estar aquí. Tampoco éramos ajenos al invierno, la nieve y las montañas.

Fue como lanzarse en el vacío. Teníamos dieciséis años. Los primeros metros están con los skies deslizándose lentamente. Asustaba la verticalidad del terreno. Caer aquí no era una opción. Ya estábamos en la pared de nieve. Un sentimiento de bloqueo. No se puede volver, tampoco hay ganas de descender. Minutos de angustia. Nos miramos con caras de concentración al máximo nivel. Otros, más expertos simplemente con estilo bajan con velocidad y aparente seguridad. Nos miramos y adelante, debería ser posible. Nos lanzamos juntos en el vacío. El punto de inflexión, luego todo nos fue mejor. Efectivamente, pasamos el punto más negro de la pista inmediatamente al iniciar el recorrido. Ahora abajo, nos dirigimos al primer café para rebobinar la faena. El abono del día nos sirvió para repetir y mejorar. Lo pasamos muy bien.

El negro no es siempre una barrera infranqueable. Es una frontera de dudas. El desconocido, el misterio. Puede ser también el color de la pena, la tristeza, la muerte. Los positivos con la protección, la comodidad, la firmeza. También es el desarrollo de la curiosidad, la ganas de explorar el más allá, donde no se ve. Surfeando con sus propios límites. Pasando esa etapa, cada vez que íbamos a esquiar en sitios diferentes, empezábamos con la pista negra como punto de referencia y de honor. Nos divertimos mucho, luego uno quiere más. La escalada de la dificultad. Hay más, siempre hay más. Con cualquier cosa. La curiosidad puede confundirse con la ambición.

Esquiar fuera de las pistas, los espacios vírgenes. La naturaleza pura y sus bellezas ponen un punto de adrenalina superior. El paraíso no es sencillo para disfrutarlo. Hay que subir la montaña con sus propios medios, horas de esfuerzos, pieles de foca atadas a los skies. Subida tempranera para bajar luego antes del calentamiento de la nieve, truco para minimizar los riesgos de avalanchas. El casino procura placeres parecidos. Jugar con la suerte, pero aquí con las avalanchas. Ganar o perder la vida. El premio supremo. La ruleta rusa. Aquí se sitúa la frontera entre la ambición desmesurada y la sensatez. La prudencia, la conservación de la especie.

Como en la vida querer más y más puede llegar al colapso, la quiebra, el demonio haciendo locuras. Hay que medir sus capacidades, sus niveles técnicos, académicos, de confianza para no traspasar los límites de la vida sostenible. Quedarse dentro de los registros de su conocimiento. Es preferible guardar un margen de seguridad para una vida más larga. Mire Uds. Los más atrevidos siempre terminan destrozados, destronados, desechos en algún momento.

La muerte a veces ofrece sancionar a los más intrépidos. El todo o nada no es compatible con un camino largo, está vida es tan bella. No vale la pena el brillo de una temporada. Seguimos trabajando duro como un maratón, un asunto de larga duración, medir sus fuerzas es estratégico para suceder. Monitorear sus progresos hasta la pista negra. Luego algunos eligen convivir con el filo de lo imposible, el margen de seguridad depende de su anchura, más delgada, más riesgosa. A Uds. Les queda la elección. Los muy intensivos piensan que si hay que morir quieren morir felices. Viva la vida. Felices fiestas.

Jean Pierre Maire

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A Jean Pierre Maire siempre le persiguió la curiosidad. El deseo de conocer el mundo desde la temprana edad. Le apasionaban los mapas, se forjó entonces un verdadero camino hacia la singularidad, la independencia y la libertad. Tratando de influenciar sus decisiones para satisfacer sus necesidades. Es de esos que creen que el destino se puede forjar. Seguir la mayoría nunca fue su objetivo.Tuvo que surfear sobre la ola, caerse en el agua de vez en cuando. Aceptar los modales de la sociedad done vivia cada vez más decadente moralmente y tambien corrompida. Meter sus manos profesionales en el sistema con una doble agenda. He sido un cobarde egoísta de no levantarme contra tantas injusticias. Astuto en aprovechar las oportunidades, creciendo en las heraquias, buscando el mejor rendimiento económico con mi trabajo. Pudimos en familia vivir experiencias extraordinarias con condiciones privilegiadas. Quedan ahora estas vibraciones, estas maravillosas sensaciones de que queda más por ver, entender, que nada está terminado. Ahora jubilado, primero no deja entrar a este viejo en su casa como justamente lo dice el actor Clint Eastwood. La experiencia es un grado. La andadura es un regalo. Tuvo suerte, trabajando en varios continentes con puestos de  gerencia general en el sector industrial. Multinacionales suizas, suecas, canadiense. Autónomo unos años en Madrid. Un amante de la vida, de la familia, los deportes, la naturaleza.Subiendo montes y altas montañas, andar en la bici de carretera, maratónes. Motociclista apasionado desde siempre. El "yo" egoísta es visible en el camino. No es una forma extravertida como aparentar con aires superiores. Son estas cosas que me llenan, me divierten, me emocionan. Cosas solitarias. Me gusta aprender siempre cosas nuevas. Jean Pierre Maire, nació en Suiza el 18/12/1954. Vivo en Torrente desde 2017.

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