La fusión inteligente. Los hermanos complementarios. Renovación.
Los ingleses, los australianos, los japoneses y otros 67 otros países del mundo tienen el volante del coche a la derecha. El resto del mundo, la mayoría incluyendo nosotros circulamos con el volante a la izquierda.
Razones históricas explican estas diferencias. La realidad es que tener el volante de un lado o del otro no cambia el hecho de que pueden funcionar los dos sistemas de conducción sin problemas una vez adoptados. Hasta ahora donde hay una carretera, los vehículos circulan con un volante y su conductor de momento. Ojo que pronto ya no vamos a necesitar el volante para poder circular. La tecnología está tomando el relevo del hombre.
Lo mismo quizás puede aplicarse con la política.
Donde hay un estado siempre hay un gobierno con un proyecto de sociedad, un partido(s) o grupo de mayorías con su líder. En nuestras tierras conducimos del lado derecho de la carretera con el volante situado a la izquierda. En términos metafóricos políticos nos encontramos aquí con una contradicción. Es un intenso debate con ningún ganador a primera vista. La confusión está servida. La alternancia política es el resultado de constantes cambios de carriles incompatible con la seguridad y el buen sentido de la estabilidad.
Quedarse a la derecha de la carretera es como puede ser la de seguir una dirección obligatoria, la convicción, el norte sensato. Nuestro orden natural. No puede ser de otra manera. Todos seguimos sus propuestas, sus reglas. La carretera es la construcción del pasado, presente y del futuro, debería ser el pasaporte para la libertad eterna. La estabilidad es una condición. En política una sola legislatura es suficiente para romper un proyecto para iniciar otro creando pérdidas de tiempo y enormes confusiones. Es como si uno decidiera cambiar de carril en la carretera. Andar a la izquierda en lugar de a la derecha cada cuantos años.
La derecha política es el lugar de la realización racional y efectiva.
Si o sí debemos seguir la carretera de manera ordenada. El que va en sentido contrario está severamente señalado. La rigidez y el orden están siempre visibles. La autoridad se ejerce con firmeza. Se reconocen los rasgos de la derecha política con la descripción. Los multipolares tienen que tomar pastillas para combatir la ansiedad.
Ahora bien, no sirve una carretera sin coches con ese volante a la izquierda, tampoco sirve de nada sin el conductor. El cerebro humano está al mando del vehículo. Una posición de privilegio porque decide como y donde quiere avanzar en la carretera.
La izquierda política siempre quiere tener la razón, es el lugar del mando diverso y popular.
Ese conductor que también quiere ir a su bola, como le apetece, establece sus propias reglas cometiendo infracciones, olvidando que la carretera es un buen común poniendo en peligro a los demás. Es típicamente transferido en términos políticos como la actitud de los izquierdistas de todas las condiciones. Suelan probar cosas que nunca funcionan para la mayoría. Hacen creer cosas que generalmente luego dejan de materializarse dejando la carretera llena de coches averiados o accidentados.
La batalla está servida. En el mismo ámbito político o vehículo tenemos dos versiones de difícil acoplamiento. Los accidentes provocados por los conductores atrevidos de un lado y las curvas, los altos y bajos de la carretera con su delicado mantenimiento del otro lado, hace aún más difícil la convivencia pacífica entre conductores y constructores de carreteras.
Se entiende que sin carreteras no hay conductores. Tampoco sirven los conductores sin las carreteras. Vemos que ambos se necesitan. Son inseparables. Se quieren a las locuras como hermanos.
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En la política sí que hay muchos habladores y partidos que debaten, ese tira floja entre izquierda y derecha es real desde siglos. No hay claros vencedores. Como la carretera y el conductor ambos se necesitan de manera diferente. No se entiende que no conozcan el dicho y la unión hace la fuerza.
Lo peor es la creación del desequilibrio voluntario, la ventaja exagerada. El acaparamiento y la dominación egoísta. Una fase que debe afrontar la intensidad, la inseguridad, las descalificaciones mutuas. Un espectáculo de idiotas. No habrá vencedores. Solo atrasos y disgustos, más pobreza. Sumas negativas, decadencia y conflictos. Promocionan la guerra. Se alejan mucho de las necesidades de la gente.
Los cuerdos entienden que la calma puede ser el antídoto para estabilizar ese coche que va a ninguna parte ahora. Los ingenieros de caminos bien deberían revisar sus cálculos para que las riadas no se lleven los puentes.
Los pasajeros necesitan saber cuándo van a llegar al destino, que la carretera sea segura sin atascos y bien mantenida. Quieren un chófer sobrio o sin tomarse una raya antes de la salida. Capacitados y seguros al mando. Una armonía necesaria. Un trabajo en común. Un proyecto de sociedad para las mayorías.
Por eso el centrismo parece la solución para iniciar otro tipo de andadura. La validación mutua, el consenso es el camino de la sensatez, la armonía con responsabilidades compartidas.
El centrismo no como una tercera fuerza política, uno más colado en el conformismo y la opulencia política. Engordar la burbuja donde no cabe ni uno más. Actuar de árbitro en un partido que ya no existe. En el sector privado una fusión genera reorganización y siempre despidos. Ahora viene el tiempo de reformar las estructuras estatales colapsadas de ineficiencias y sobre todo de gastos sin producción alguna.
Debería ser el resultado del adelgazamiento masivo de la izquierda y la derecha, un terreno sobrepoblado de gente desangrando la democracia. Una nueva fuerza de centro político emergente con sus cables rojo y blanco para poder funcionar. Las soluciones adoptadas con debates y consenso. Crear un pacto de estado donde las dos fuerzas antagónicas mayoritarias se ponen de acuerdo de forma recurrente. Una representación céntrica mandataria. Siempre habrá locos, kamikazes, autosuficientes y ambiciosos como son los extremistas, ultras y provocadores. Los fabricantes de bulos y fango. Convivir con estas minorías siempre nos mantiene despiertos para ver y corregir nuestros destinos acordados si hace falta. La evolución también se provoca con propuestas singulares, debates y con el puño en la mesa en ocasiones. El pueblo es soberano y no hay que olvidarlo. Ellos ponen orden siempre cuando los límites de tolerancia se sobrepasan.
- Viva la vida
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