El traje no lo hace al monje.

Las zapatillas de marca.

Prácticamente todo el mundo anda con zapatillas deportivas ahora. También el concepto se extiende con un uso general para cada ocasión. Para su comprobación nada que mirar por abajo y ver lo que lleva la gente. Lo lograron, como un maratón, tomó su tiempo. Para ir al grano, no les falta imaginación sobre un mismo tema. La moda está en la tendencia retro ahora. Todo era más confiable antes, también le toca a las zapatillas. Las marcas reinventan el modelo clásico con los mismos nombres de antes. La nostalgia tiene sus premios. Un negocio redondo. En todos los sectores comerciales estas tendencias significan recordar buenos tiempos. Lo que puede llamar mucho la atención, es que lo más sencillo se vende mucho más caro. Hay que ser un convertido masoquista para pagar más de cien euros por un pedazo de plástico. Bueno, vienen en muchos tipos de fibra, incluidos algodón, lana, nylon, poliéster, polipropileno, rayón y lycra. Si hay cuero puede ser que sea también sintético. Muchos argumentos técnicos para acallar lo evidente.

Lograron tocar la quiniela con nuestra estupidez.

Como en el football y los deportes de élite, hay una primera liga con muy pocas marcas que se divierten en grandes ganando trofeos y muchos millones en todo el mundo. Objectos de deseo de identificación, hasta los niños deben pasar por la caja VIP…. Pueden tener varios pares de marcas “premium” en un año que dura su número, luego no sirven para nada. Los mismos padres con la misma euforia de la exageración. Les compramos también camisetas, gorras y pantalones. Hacemos publicidades gratuitas con sus inmensos logotipos pero ellos no nos pagan nada por llevar sus prendas todo el día. A quien le importa el reciclaje de estas montañas de plásticos y textiles sintéticos “fast fashion”.

Nos quejamos mucho de todo.

Que los impuestos, que el sueldo, que la inflación, los intereses, los bancos, la sanidad, tantas reglas etc, etc. Nadie se inmuta por pagar más de cien euros para un par de zapatillas de esas marcas punteras hechas en Asia con materiales sintéticos. Nos hacen creer que valen más que un zapato de cuero verdadero hecho por un artesano local. Te dicen también que el cuero de las vacas es una aberración ecológica. Otros te venden un coche de más de treinta mil euros que no puede superar treinta kilómetros por hora en su entorno urbano donde vive la mayor parte de su vida útil. Pagar tres mil novecientos euros por mes para alquilar una habitación de hotel, perdón prefieren fragmentar para no asustar, son unos ciento treinta por noche de promedio en España. El precio medio de los móviles vendidos en España supera los quinientos euros. La mitad de un sueldo básico. En el mundo hay más móviles que humanos. Se promociona la rotación tecnológica para acelerar las ventas. Se aceleran mucho más las ganancias. Se puede comparar el precio de un móvil en varios sueldos básicos para muchos países del mundo. La lista puede extenderse al infinito.

Que nos pasa a todos. El consumo se parece mucho a la envidia.

Un enfoque nada por azar, un marketing intensivo con la ayuda de la psicología humana. Siempre se dirige hacia arriba. Lo saben muy bien los fabricantes. No conozco a nadie que envidia un sintecho. Sin embargo, a primera vista parece que todo se paga mucho más de lo que vale. Estaremos de acuerdo que hay márgenes de tolerancia. No se paga igual un litro de agua en el super que en un hotel de cinco estrellas. Los modelos empresariales pueden variar al infinito. Más escondidos son los beneficios empresariales que alimentan las maquinarias y la innovación. Luego viene el abuso, la parte secreta. La zona del bandido este que se disfraza de buena gente. Una práctica muy extendida, un fenómeno muy actual que conduce a la corrupción generalizada de la sociedad.

Enseguida uno se ofende por el abuso, la violación de la integridad humana.

Queremos sentencias judiciales. La rabia se apodera con ganas de matar a estos enfermos, más aún con temas relacionados con niños y adolescentes, personas débiles.

Que pasa con el abuso de las cosas que se venden y se compran.

Este tipo de abusos es mucho más extendido. La obsolescencia programada para elevar la rotación o la exageración manifiesta que daña el ecosistema y frena el desarrollo de muchas familias por la inducción de compra de cosas que no necesitan a precios que no son proporcionales a sus ingresos. Si no puedes ir al hotel cinco estrellas, no vas. Esto no pasa con las zapatillas. El más pobre quiere tener unas. Hay toda una industria de copias. Es tan potente la cosa que merece estudiarlo más en detalle. No es el motivo de mi artículo.

El deseo y la envidia entonces deberían tener más coherencia. Deberíamos poder parar estas locuras. Provoca más desigualdad y muchos daños en el medio ambiente, favorece a los depredadores que quedan libres para hacer sus faenas. Tantas cosas tenemos y tampoco tienen otras. No tiene que ser obligatorio esta manía de usar y tirar sin escrúpulos. De pagar por una cosa que no es. El abuso debería ser castigado con la denuncia en redes sociales, actividades efectivas como el boicot. Provocar castigos comerciales como dejar de comprar la exageración manifiesta y que vuelvan como sus clásicos a reaprender la decencia.

El precio de un chicle por kilo es de veinte euros. Todo un lujo disfrazado con paquetes de gramos. Sin hablar del aceite de oliva virgen extra. Si quieren vender todo al precio europeo, está bien, pero nos aumentan el sueldo. Te venden el pollo con treinta por ciento de grasa pura y encima te pone una toalla húmeda para hacer más peso todavía. Tantas cosas así. Estamos hartos de tantos abusos. Si queremos cambiar las reglas de este sucio juego, el cambio lo debemos hacer todos los consumidores.

La diferenciación de precio por calidad es justificada. El brillo de una marca se recompensa, la excelencia es un ejemplo. Nadie contesta la variedad, la oferta, la genialidad y el precio justo. Tampoco es grato ver las marcas de cualquier género alinearse con sus políticas comerciales, a fijar precios que se parecen mucho a los préstamos con intereses usureros de ciertas entidades bancarias. No tenemos que aguantar estos atropellos. Podemos rectificar en lugar de quejarnos.

Romper un modelo que no corresponde más a la situación socio económica y ecológica de nuestra época. Conscientes de los enormes esfuerzos que tenemos que iniciar ahora para acabar con el desastre medio ambiental. La iniciativa la tenemos que tomar nosotros, el liderazgo debe revertirse. No van los industriales y sobre todo los sin vergüenzas a hacer los deberes, renunciar a la exageración, van a continuar pisoteando el sentido común, la falta de respeto.

Podemos ganarlos por goleada.

Los movimientos de segundo uso, de contención a la venta forzados de altas rotaciones encuentran cada vez más adeptos y entusiastas. Se prefiere elegir la calidad duradera en lugar del consumismo desenfadado. Solo unas vueltas más en las tuercas y los tendremos hambrientos para cambiar sus modelos de producción. El usar y tirar tiene sus días contados. Pueden desaparecer en un instante si nos enojamos solo un poco.

Ese poder lo tenemos todos nosotros. Que se quedan con el traje, nosotros con la sotana del monje. Una nueva vida más sana y saludable nos espera.

Viva la vida

Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y conoce toda la actualidad al momento.