El rastro, mercadillos, un espacio muy vigilado

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El rastro, mercadillos, un espacio muy vigilado

Los puestos de la última esperanza.

La existencia de la precariedad no es nueva. Lo insólito es convivir con ella en nuestras democracias desarrolladas donde solo se habla en miles de millones de euros. Donde los super ricos ahora mandan la política. Hay pocos signos de querer embarcar a todos los pasajeros en el viaje.

La vida del mercadillo semanal o el rastro del domingo son eventos con sus fieles visitantes. Las dos partes están interesadas para mantener sus frágiles sustentos. Un lugar con pocas facturas. Se levantan a las cinco de la mañana para estar listos a las nueve y media. Todos los días, la furgoneta, las estanterías que hay que montar y desmontar. Por mucho que finalicen su trabajo a las dos o tres de la tarde deben ir también a los mayoristas para reponer su género.

Un negocio muy incierto, depende cuando cobran sus clientes, las pensiones, si toca la lluvia o mucho viento es un mal día. Es muy vigilado, deben tener licencias, permisos, autorizaciones, seguros, impuestos que hay que pagar, la lucha para aparcar la furgoneta. La Policía, los municipios siempre están controlando al detalle como si fueran todos unos delincuentes. Es cierto que hay algunos sin vergüenza.

Se vigila mucho más la precariedad, la informalidad de poco valor que algunos con cuellos blancos haciendo un corte de manga a la legalidad con más facilidades. Parece que las autoridades les tienen más miedo, no van a molestar al que tiene un buen coche, prefieren cazar el que no tiene la pegatina de la ITV. Ese que anda con la billetera vacía todo el tiempo, los que tienen un coche de 15 años. Es muy difícil levantar la cabeza. Ni hablar de lo ilegales que es otra liga con más desgracias todavía para sobrevivir. Se sabe muy bien dónde están, quiénes son, que hacen, si tienen hijos en la escuela. Se necesitan para la economía, los políticos cuentan con ellos para el trabajo estacional y tareas poco atractivas muy mal pagadas, las mayorías informalmente. Mucha hipocresía institucional rodea el asunto. Cuando conviene son el demonio o los salvadores de la cuenta de resultados y la baja natalidad.

En los mercadillos se observa que hay solidaridad, cambio de billetes y monedas, rumores y escándalos. Es una comunidad como una pequeña ciudad. Todo se sabe. Tener un puesto es como tener la licencia de taxi, se transmite de generación en generación. No hay cupo para más. Serán muchos los negocios rozando la frontera de la desesperación, la ilegalidad nunca está muy lejos. Siempre hay algún papel oficial extraviado. Un domicilio que no es tan fijo. Una multa que no se puede pagar. La vestimenta es llamativa, las imitaciones de marcas sin una mancha. Zapatillas para ganar carreras de atletismo. Todos ganan algo, pero todo lo que brilla no es oro. A los de afuera de la zona asignada o el recinto vallado, está el aparcacoches nigeriano con su propina, el rumano con su carrito de supermercado lleno de chatarra, el estudiante con pedirte algo para una ONG. La abuela que te vende una cuerda de ajo, un argentino de payaso a los semáforos, los “raiders” esperando una entrega. Los jornaleros esperan la camioneta que los llevan a sudar la camiseta. Todos buscando mantener una ética, una dignidad sin querer robar porque son buena gente, tienen padres que le enseñaron la honestidad. Olvidamos valorar a mucha gente de la calle que se mueven para cambiar algo de su vida.

El público, los clientes, la mayoría son los habituales, es como ir al supermercado.

El rastro, mercadillos

Pocos millonarios en la zona. Son muchos deseando una vida mejor, se puede observar la preocupación y el cansancio en los rostros de la gente. Aquí encuentra antigüedades que los anticuarios rechazaron. El tirabuzón o un destornillador, un plato roto que te hace falta. Libros y revistas que pueden sorprender. La falta de cultura se nota con algunas joyas perdidas en el montón.

Los mercadillos se transforman últimamente en un lugar de atracción para vender ropas de segunda mano.

El turista de visita o la ingeniosidad de los nuevos clientes que luego colocan sus compras en las plataformas digitales para ganar un complemento del sueldo que no alcanza. La mayoría buscan algo concreto para vestirse. Hay para todos. Cuando te concentras puedes encontrar prendas nuevas sin estrenar, todavía con la etiqueta puesta por dos euros. Bolsos de marca que parecen nuevos.

Luego te enteras de que hay centenares de toneladas de ropa en contenedores esperando un destino más digno que un viaje en África para su reciclaje o el abandono definitivo en vertederos gigantes. Un tema complicado que afecta todo el sistema comercial con una sobredosis de consumo desenfadado. Una imprenta de carbono gigantesca que no pagan los productores, fabricantes y cadenas de moda. El marketing te empuja al consumo, te quita tu dinero y luego las autoridades te piden pagar tasas de basura como si eres tú el contaminante, tienen un culpable muy cómodo de manipular.

Por un par de euros puedes vestirte sin tener vergüenza. Luego te vas a Zara y encuentras lo mismo por sesenta euros. Ya se avivaron muchos jóvenes. Pagar un alquiler y seguir el ritmo de la "fast fashion" se pone muy difícil con el sueldo que no alcanza para nada o sin los ahorros de los padres que ayudan a sus hijos a seguir soñando sin poner ningún gol en la portería. Las plataformas digitales de segunda mano ya están arrasando, haciendo fortunas con sus comisiones de gestión. Los transportistas con sus millones de paquetes a entregar están agravando todo. La pregunta que todos podemos hacer: ¿hasta dónde hemos llegado con el consumismo exagerado? Como en el sector inmobiliario, no hay que matar al casero, pero sí modificar el sistema.

Imponer un modelo de negocio de alta rotación a precios cada vez más caros.

Es una réplica de lo que está pasando con los coches que tienen graves problemas para venderse ahora. Se pasaron con fabricar coches que no necesitan sus clientes con precios que ahora no pueden comprar. Las cadenas textiles que quieren mantener sus exorbitantes ganancias ya ni te quieren atender en las tiendas, debes pagar tú mismo a las cajas automáticas. Pasa en muchos cafés también, debes pagar a la barra. Todos buscan la rotación de productos y los beneficios cargados de anabolizantes dejando la satisfacción del cliente al lado. Nadie se preocupa de los desechos, la obsolescencia programada, el reciclaje es una palabra de buena conciencia más que efectiva. Los plásticos como ejemplo. Comprar moda cada dos semanas con nuevas llegadas sin que tengan las prendas el tiempo para desgastarse. Una carrera al absurdo impuesta sin otros motivos que, de hacer dinero, tanto que llega a no ser útil para nadie.

Siempre el dinero toma la iniciativa de dictar la dirección, la noticia. El que más tiene ordena si tienes que ir por el sendero con piedras o la autopista de seis carriles. Las personas transformadas en números, el DNI, la seguridad social, el código PIN, la contraseña, el tique de la cola, el número de tu casa, del teléfono, el número de empleado, sueldo, cuando entra y sale de los negocios, que compras etc. etc.

No puede escaparte de los números. Es un gran hermano vigilando tus movimientos.

En su nombre cualquier cosa se hace incluido monitorizar tu libertad, tus opiniones, tus deseos y tus caminatas también vistas por las cámaras por tu seguridad te dicen. Los datos tomando el poder de callarte, cortar el suministro, anular tu existencia. No hay ventanilla de reclamación.

Los mercadillos y todos los infortunados tienen fuertes presiones para regularizar todas sus operaciones.

Un espacio que molesta porque los números andan por libre.

Cada vez son más grandes con las desgracias económicas de mucha gente. Eso no lo soportan los vampiros.

El estado voraz en impuestos no va a dejar la oportunidad de fastidiar a un colectivo autodidacta en la manera de subsistir. La ley del bastón y de las mordazas sigue de actualidad para los más débiles. Es un cuento de locos, las autoridades provocan el desastre, pero en lugar de resolver, apretando el gatillo para hacerlo peor.

He visto a tres policías con un coche patrulla retirar de mala manera a un anciano su pequeña maleta de cosas más que desgastadas que ofrecía para vender en una calle con un frío invernal. Me indigna, me da mucha rabia. La honestidad no se valora, la vejez tampoco se respeta. La persecución desproporcionada, malvada. Todos los días se ve en las calles de las ciudades.

El sistema es demasiado cruel para los que deben pagar más que el sueldo mínimo que generan.

La persecución sistemática de los que quieren trabajar honestamente para poder comer o tener un lugar donde vivir. No quieren delinquir para subsistir. No deberíamos tolerar toda esa impunidad por parte de las autoridades. Lo que hace la política es ponerlos todos en un mismo saco para poder discriminar a todo un grupo de gente. Crear un pozo de incomprensión, convencernos de categorizar una parte de la población como de segunda o tercera clase. La discriminación por ingresos, la desigualdad como elemento diferenciador. Nos inducen de olvidarnos de ellos definitivamente con el poder legal de expulsarlos en las chabolas de las periferias de las ciudades para no verlos. Cada día son más, un resfriado económico y son avalanchas de nuevos problemas. Menuda democracia, estado de bienestar como nos la venden cada día. Los derechos humanos, la ética y los valores. Todo un libro constitucional escrito y firmado, pero sin respetar de ninguna manera a sus autores. Muchos derechos y pocas obligaciones se cumplen. El tema de la vivienda es una vergüenza desde hace años. Una mala gestión intencional manipulada por la especulación, esa que tiene dividendos. Creo que es un terreno peligroso porque se está desviando del propósito de una democracia para todos los que la habitan. Una distribución de la riqueza mejor escalonada donde el más desfavorecido como mínimo debe poder alojarse, comer y asearse, trabajar y tener sus hijos en la escuela.

El ultra rico y los muchos ultras pobres como modelo nos conducen a otro sistema.

El autoritarismo está tomando el relevo con otras consecuencias. La paz social en ebullición antes que el ejército ponga sus garras sobre tus espaldas.

Nadie frena a los aprovechadores, los vividores, los carteristas, los ladrones, los estafadores de internet, los corruptos, los traficantes, los timadores y secuestradores, los usureros. El estado con la confiscación legal exagerada de tasas, intereses, multas, impuestos, provocan la inflación crónica y a veces se les van de las manos provocando grandes desastres económicos. Por prueba cada año aumentan las estadísticas de los malos y los beneficios de sus faenas.

Se necesita un Bukele o un justiciero para poner un poco de equilibrio. No sé, pero en mi casa cuando hay muchas migas en el suelo, la recojo y la tiro en la bolsa de la basura. Paso la fregona y está todo limpio. No es tan difícil tener la casa limpia.

Viva la vida.


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Jean Pierre

A Jean Pierre Maire siempre le persiguió la curiosidad. El deseo de conocer el mundo desde la temprana edad. Le apasionaban los mapas, se forjó entonces un verdadero camino hacia la singularidad, la independencia y la libertad. Tratando de influenciar sus decisiones para satisfacer sus necesidades. Es de esos que creen que el destino se puede forjar. Seguir la mayoría nunca fue su objetivo.Tuvo que surfear sobre la ola, caerse en el agua de vez en cuando. Aceptar los modales de la sociedad done vivia cada vez más decadente moralmente y tambien corrompida. Meter sus manos profesionales en el sistema con una doble agenda. He sido un cobarde egoísta de no levantarme contra tantas injusticias. Astuto en aprovechar las oportunidades, creciendo en las heraquias, buscando el mejor rendimiento económico con mi trabajo. Pudimos en familia vivir experiencias extraordinarias con condiciones privilegiadas. Quedan ahora estas vibraciones, estas maravillosas sensaciones de que queda más por ver, entender, que nada está terminado. Ahora jubilado, primero no deja entrar a este viejo en su casa como justamente lo dice el actor Clint Eastwood. La experiencia es un grado. La andadura es un regalo. Tuvo suerte, trabajando en varios continentes con puestos de  gerencia general en el sector industrial. Multinacionales suizas, suecas, canadiense. Autónomo unos años en Madrid. Un amante de la vida, de la familia, los deportes, la naturaleza.Subiendo montes y altas montañas, andar en la bici de carretera, maratónes. Motociclista apasionado desde siempre. El "yo" egoísta es visible en el camino. No es una forma extravertida como aparentar con aires superiores. Son estas cosas que me llenan, me divierten, me emocionan. Cosas solitarias. Me gusta aprender siempre cosas nuevas. Jean Pierre Maire, nació en Suiza el 18/12/1954. Vivo en Torrente desde 2017.

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