El pollito y los buitres. El perro y la ciudad

El pollito y los buitres. El perro y la ciudad

El cumple de nuestra hija siempre es un evento importante. Sus compañeras y compañeros de clases están muy unidos. Los cumples están festejados en lugares de reunión que hay en todos los edificios, a veces con piscinas o patios privados de familias. Estamos en Venezuela con su dulce clima tropical en pleno centro de Caracas con una altura de mil metros. Perfecto. Aquí, durante la infancia, las tradiciones son sagradas. Las piñatas son un signo de identidad, muy diversas, imaginativas, exuberantes.

Un momento clave, esperado. El punto culminante de la fiesta. Con sus golosinas, globos y pitillos. Regalitos y mucha música tropical. Siempre estas fiestas generan mucha felicidad. Las madres conversan entre ellas. Hay actividades lúdicas, teatro, payasos, juegos. Buen rollo. Algunos padres luego aparecen para tomar sus cervecitas y oficiar de taxista para regresar a casa. Para divertirse no era raro regalar pollitos vivos a cada niño. Un pequeño cartón que no quedaba cerrado mucho tiempo. Entre los papeles de regalo están apareciendo pollitos amarillos por todos los lados. Momentos tiernos, afectuosos con las criaturas.

Mejor vivo que muerto.

Bueno..., nos tocó regresar con un animal a la casa con la insistencia de nuestra hija. Se mueren generalmente, un desperdicio inaceptable. Decidimos ocuparnos del bebé pollo con un hogar en forma de cartón, un foco para calentarlo, agua, lechugas y granos molidos de maíz. Ofrecer los medios de subsistencia con el objetivo de salvar el tierno, amable pollito de color amarillo. El problema era su crecimiento. Pronto tuvimos una gallina en el salón. Vivíamos en el último piso de una torre. Grandes ventanas, una calle tranquila en la zona llamada los Palos Grandes, una iglesia casi en frente. Dominamos el panorama. Un lindo lugar. Se podía casi tocar la base de la imponente montaña, el Ávila, unas calles más adelante. El verde se imponía a la vista desde la terraza. Al atardecer todos los días veíamos los loros con sus colores increíbles, pasando a la altura de nuestras ventanas. Iban a sus árboles para pasar la noche.

Esta gallina turbulenta con su cartón en forma de prisión, cada vez más grande, comenzaba a hartarnos. Sus gritos y ruidos, sus excrementos, el olor. Llamaron también la atención de los depredadores más grandes. Un día me asusté, había un buitre de buen tamaño picando violentamente la ventana con ganas de comer algo. Un insólito encuentro. Impresionante con una proximidad de apenas unos metros.

Otros volando, girando, preparándose para el menú del día. Había que hacer algo. No tuvo otra solución que regalar la gallina a un colega. Un alivio, finalmente una decisión acertada. Parecía saber que hacer con ella de inmediato. Cinco meses de padre pollito en el salón eran más que suficientes. Como animal de compañía, era clara la falta de simpatía, de cariño, de reconocimiento. No supimos adiestrarlo. Todo un reto aguantar este pollo ahora adulto en nuestro salón. Pero finalmente no fuimos nosotros los que mataron la creatura.

El perro fiel, cariñoso atrae mucho.

Fue toda una experiencia de urbanitas con un animal en el piso. Las tentativas de mi hija luego por tener un perro no fueron en absoluto concluyentes. No se trataba de que podría ser comido por los buitres, era una cuestión de cuidados. Parecía repetir una historia conocida. Imaginaba además que sería un reto mucho mayor, con un montón de nuevas obligaciones. Nuestra forma de vida, con sus sorpresas aleatorias, las ganas de viajar, conocer nuestro nuevo entorno, no aconsejaba en cima la tenencia de un animal en el piso. ¿Para qué? No faltaba amor, tampoco espacio. Tan bueno que es tener un perro, lo disfruté de pequeño en el campo. Otro terreno, otros tiempos.

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Ahora por lo que veo, hay muchos perros en las ciudades. Nada normal. El rarito, es el que no tiene uno. Tiendas para perros, peluquerías, veterinarios con su placa y su sala de espera. Tertulias de perros y las redes ardiendo de foros, contactos, fotos. Publicidad en la televisión. Normas y más cosas administrativas. Todo un mundillo, una burbuja autónoma. Los supermercados tienen un gran espacio para darle de comer.

Pienso para animales que no ayudan a la variedad culinaria. Te dicen que "las sobras" de siempre no son buenas para ellos. Es como decir a un niño de no comer chocolate o que un concesionario de coche prohíbe ir a comprarte uno a la competencia. En fin, seguimos pisando los excrementos en las calles. Sacar los pelos del sofá, darle la comida como si fuera pellets de madera para el horno. Todo es un ritual de cuidados diarios.

Ahora con las leyes de protección animal, el bienestar corporativo no se tiene atrás con sus tarifas de perros agresivos. Ni siquiera hay tiempo para hablar con tus propios hijos. Los ancianos solitarios con sus perros crean un mundo autoinmune al contacto con sus pares. Los niños con la escuela, los deberes, las actividades extraescolares, tienen a ratitos escasos para disfrutar de un perro en las ciudades. Tampoco son ellos los que van a pasearlo. ¿Entonces qué? Las cosas no brillan como pueden parecer. Aquí hay solo dos vidas de perro, la del cuidador y del perro.

El negocio detrás del perro.

Las mascotas llegan a ser ahora un tema económico, un marketing agresivo para promocionarlas. Hay casi el doble de perros que de niños hasta los 14 años. 9,3 millones de perros. 27% de los hogares tiene perro. Los negocios de alimentación para perros facturaron 970 millones en 2022. Se venden como un tema de sociedad, donde los perros se convierten en un amigo indispensable. Un capricho endosado con varios nombres. Los niños, la ternura perdida, la soledad, el aburrimiento, un psicólogo para calmar la ansiedad. Cuando el perro comienza a invadir el espacio de uno, el sabe imponer sus propias reglas, afecta su cuidado por falta de empatía, los problemas surgen, el hartazgo, los abandonos y la crueldad.

Casi el 3% son abandonados, otros 168000 sin hogar. Me gustan mucho los perros, pero ni se me ocurre tener uno en el piso de una ciudad. Tener uno implica muchas responsabilidades, incluso con sanciones legales cuando no se siguen las numerosas normas de conducta y cada vez más regulaciones oficiales, seguros, veterinarios, impuestos, chips, etc. Los piensos son cada vez más caros. Incluso, si quieres guardar tu dinero en la casa una caja fuerte es más económica que un perro. Ya que todos tenemos una calculadora para administrar el mes, bien sería de evaluar si un perro cabe en el presupuesto antes de correr al criador para tener uno parecido al del vecino. Me gusta ver a los perros felices. Se nota en las calles, más aún con sus dueños responsables.

Felices Reyes

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Jean Pierre

A Jean Pierre Maire siempre le persiguió la curiosidad. El deseo de conocer el mundo desde la temprana edad. Le apasionaban los mapas, se forjó entonces un verdadero camino hacia la singularidad, la independencia y la libertad. Tratando de influenciar sus decisiones para satisfacer sus necesidades. Es de esos que creen que el destino se puede forjar. Seguir la mayoría nunca fue su objetivo.Tuvo que surfear sobre la ola, caerse en el agua de vez en cuando. Aceptar los modales de la sociedad done vivia cada vez más decadente moralmente y tambien corrompida. Meter sus manos profesionales en el sistema con una doble agenda. He sido un cobarde egoísta de no levantarme contra tantas injusticias. Astuto en aprovechar las oportunidades, creciendo en las heraquias, buscando el mejor rendimiento económico con mi trabajo. Pudimos en familia vivir experiencias extraordinarias con condiciones privilegiadas. Quedan ahora estas vibraciones, estas maravillosas sensaciones de que queda más por ver, entender, que nada está terminado. Ahora jubilado, primero no deja entrar a este viejo en su casa como justamente lo dice el actor Clint Eastwood. La experiencia es un grado. La andadura es un regalo. Tuvo suerte, trabajando en varios continentes con puestos de  gerencia general en el sector industrial. Multinacionales suizas, suecas, canadiense. Autónomo unos años en Madrid. Un amante de la vida, de la familia, los deportes, la naturaleza.Subiendo montes y altas montañas, andar en la bici de carretera, maratónes. Motociclista apasionado desde siempre. El "yo" egoísta es visible en el camino. No es una forma extravertida como aparentar con aires superiores. Son estas cosas que me llenan, me divierten, me emocionan. Cosas solitarias. Me gusta aprender siempre cosas nuevas.Jean Pierre Maire, nació en Suiza el 18/12/1954. Vivo en Torrente desde 2017.

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