El Cabo Norte, en Escandinavia, fue el destino vacacional de ese año.
Tres semanas, recorrimos los países nórdicos en un Ford Sierra proporcionados por la empresa. Como técnico comercial de una empresa fabricante de instrumentación para grandes motores diésel, visitaba a clientes en distintos sectores industriales. En aquel entonces, el uso del coche de la empresa para fines personales era mucho más flexible, solo debía cubrir el costo de la gasolina, lo cual representaba una ventaja considerable para un viajero como yo.
Decidimos emprender un itinerario que nos llevaría a explorar Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega, sumando aproximadamente diez mil kilómetros en tres semanas. Este desafío no nos intimidaba, pues ya estábamos acostumbrados a viajar por toda Europa debido a la sede europea de la empresa en Suiza. Durante estas vacaciones, vivimos experiencias inolvidables en los últimos años de la década de los ochenta.
Hoy en día, la región del extremo norte de Europa sigue ofreciendo la misma soledad y belleza inmutable.
Los paisajes naturales, la luz del día interminable durante el verano, los renos que cruzan las carreteras con toda libertad y las características culturales de las capitales escandinavas continúan fascinando a los visitantes. El estilo de vida escandinavo, reconocido a nivel mundial, se ha desarrollado aprovechando sus recursos naturales y adoptando tecnologías de vanguardia, lo que se refleja en su elevado nivel de vida y enfoque en la sostenibilidad.
Sin embargo, viajar por esta región también representó un desafío económico. Los altos precios y el cierre anticipado de los campings en la región norteña, a partir del 15 de agosto, nos obligaron a ajustar nuestros gastos y a ser creativos para encontrar alojamiento y comida asequibles. A pesar de las dificultades, cada experiencia, ya sea durmiendo en el coche, acampando o alojándose en los pocos hoteles que permanecían abiertos, contribuyó a enriquecer nuestro viaje.
Exploramos diversas atracciones, desde museos locales hasta minas de Kiruna en Suecia y la región de Laponia en Finlandia, Rovaniemi famosa por ser el hogar de Papá Noel. El punto culminante de nuestro viaje fue alcanzar el Cabo Norte, un lugar emblemático que nos brindó un momento de ensueño frente al mar y al acantilado. Un día de sol radiante. Un lugar para soñar, uno se imagina embarcar para una exploración polar. Seguir al norte, alcanzar el polo norte.
A medida que nos adentramos en Noruega, visitamos pintorescos pueblos pesqueros como Hammerfest y nos maravillamos con los impresionantes fiordos. La gastronomía local, especialmente el pescado, capturó nuestra atención, aunque nos sorprendió la venta de carne de ballena en los mercados.
Aprovechamos la oportunidad para probar este manjar, descubriendo su sorprendente sabor y textura en la ciudad de Trondheim.
Nuestro recorrido completo por Escandinavia nos permitió apreciar la vida intensa de los escandinavos durante el verano, así como su relación cercana con la naturaleza. Años más tarde, gracias a mi trabajo con empresas suecas, tuve la oportunidad de profundizar en su forma de vida y establecer vínculos duraderos con muchos de ellos.
En resumen, este viaje por el norte de Europa sigue siendo un tesoro en nuestros recuerdos. Aunque no es una prioridad regresar a estas tierras ahora, siempre recordaremos la belleza y la singularidad de los rincones más extremos del continente europeo. Este viaje nos enseñó la importancia de aprovechar las oportunidades que se presentan y nos dejó con la certeza de que las conexiones humanas perduran a lo largo del tiempo. ¡Les deseo un feliz viaje para el 2024 y que disfruten de cada momento que la vida les brinde!
Viva la vida.
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