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Nuevos hallazgos sobre la importancia de un intestino sano en la prevención de la depresión

Los pasados días 8 y 9 de junio se celebraron una de las jornadas científicas más importantes a nivel mundial en el campo del microbioma humano, en el CosmoCaixa de Barcelona, organizado por el Instituto de Investigación del IrsiCaixa, en que investigadores internacionales han debatido el potencial neuroactivo de las bacterias del intestino y de qué manera inciden en nuestra salud mental.

Los científicos llevan años estudiando la relación entre la microbiota intestinal y todos los órganos del cuerpo. Y más recientemente, se han centrado en el cerebro. Uno de los intervinientes en este congreso internacional ha sido José Manuel Fernández-Real, catedrático de Medicina de la Universidad de Girona y jefe de sección de Endocrinología del hospital Dr.JosepTrueta., quién explicó que “cada día, necesitamos 84 nutrientes diferentes y cuanto menos variada sea la dieta, más nos alejaremos de una microbiota sana. El cerebro es el órgano más complejo de nuestro organismo, necesita muchos nutrientes, pero para renovarse necesita que la disposición de esos nutrientes sea correcta. Es decir, al final depende de qué comemos, de cuánto comemos y de cómo lo comemos”. En un artículo publicado en la revista científica CellMetabolism, el catedrático Fernández-Real exponía que “cuando tenemos prolina en exceso, que es un aminoácido que está presente en una gran cantidad de alimentos, puede ayudar a desencadenar la depresión”. Según el investigador, esta molécula está presente en la carne roja, y sobre todo en los pies de cerdo y la gelatina. El investigador añadió: “Cuando las bacterias intestinales están descompensadas, no son capaces de sintetizar la prolina. Sin embargo, cuando tenemos una microbiota sana, los microorganismos nos protegen. Debemos ver la microbiota como un primer hígado que metaboliza todo lo que comemos, todos los nutrientes que llegan”.

Otra experta que participó en el Congreso fue la también española Mireia Vallès-Colomer, investigadora post-doctoral en la Universidad de Trento y autora principal del primer estudio en humanos en el que sedescribía el rol del microbioma en la salud mental. Mireia explicó las conclusiones de su estudio: “Las neuronas del cerebro se comunican a través de unas sustancias llamadas neurotransmisores. Las bacterias intestinales también producen neurotransmisores. Cualquier molécula que nosotros relacionemos con la salud mental (la serotonina, la dopamina o el GABA…), en gran parte, son producidas también por las bacterias”.Según la investigación de Mireia, existen unas bacterias antiinflamatorias llamadas Coprococcus y Dialíster que contribuyen a un ambiente intestinal más sano. Se ha observado que las personas con depresión o ansiedad tienen menos cantidad de estas bacterias y que una alimentación rica en fibra es básica para aumentar el número de estas bacterias antiinflamatorias.La conclusión de ésto es que la inflamación también forma parte de la patología de la depresión.

En este estudio, han trasplantado la microbiota de personas con depresión y otras sanas en ratones para ver si esto cambiaba el comportamiento de los animales.Y sí que les modificaba el comportamiento: “Los ratones deprimidos, cuando los ponían en una piscina, tenían menos ganas de nadar y de luchar por su supervivencia.”

Microbiota y salud mental

Para la doctora Mireia “la importancia del intestino no ha sido suficientemente valorada y ahora sí que empezamos a plantearnos la posibilidad de complementar las terapias existentes para tratar la depresión con otras que pueden influir sobre el microbioma.”

El efecto que la microbiota tiene en nuestra salud no sorprende a los investigadores porque cada vez hay más estudios sobre cómo inciden. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos estudios son observacionales y todavía está por ver si la microbiota es la causa de trastornos mentales, como la depresión, o es la consecuencia. Según Mireia “En muchos casos, parece que puedan ser ambas cosas.”

La recomendación de todos los expertos participantes en este Congreso es clara: “deberíamos tener una dieta más diversa con más verduras, frutas, yogures y menos alimentos procesados o ultraprocesados.La dieta mediterránea es la mejor opción”, aseguran, tanto para la microbiota como para nuestro cerebro.

Además, también recomiendan consumir legumbres, frutos secos, pescado y aceite de oliva, de forma diaria y regular. Las dietas demasiado restrictivas o repetitivas no son beneficiosas para la microbiota. Y también recomiendan cualquier actividad que reduzca nuestro estrés y, de rebote, las colonias de microorganismos. Tener un estilo de vida más activo es positivo tanto para el tránsito intestinal como para la composición de las bacterias.

“Las comidas tranquilas y pausadas son muy importantes. Y aunque todavía no hay suficiente evidencia científica, se están haciendo muchos estudios en los que se observa que podrían ser beneficiosos para la microbiota.”, apostilló la post-doctora por la Universidad de Trento, Mireia Vallès.

Redacción: Bernardo Borondo Ruiz (divulgador)

 

 

 

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